Telegram: una historia de contradicciones

La detención de Pavel Durov, fundador de Telegram, y todo lo relacionado con ello, no solo cambiará la red social, sino que también tiene el potencial para cambiar el mundo en todos los sentidos que conocemos.
Para Pavel Durov, el hasta hace poco desapercibido millonario fundador de Telegram, el verano de 2024 no iba a ser muy diferente de los anteriores. De hecho, afirmó en junio que, mientras otros estaban de vacaciones, él viajaría a Asia Central, donde Telegram es muy popular, para aprender cómo se utilizaba allí. También dedicaría un par de semanas a relajarse en Francia, país que le da una de sus dos nacionalidades (junto con la de Emiratos Árabes Unidos).
«En Dubái hace más calor, y mis amigos se van a lugares elegantes como el sur de Francia», escribió en las redes sociales. «Como ciudadano francés, estoy de acuerdo en que Francia es el mejor destino de vacaciones». No obstante, las autoridades francesas tenían otros planes para Durov. Así, el 24 de agosto, poco después de que su jet privado (con el que viaja por todo el mundo) aterrizara en el aeropuerto de Le Bourget, en las afueras de París, fue arrestado por la policía francesa. Este movimiento generó un enorme revuelo en todo el mundo en pocas horas.
Las autoridades francesas pusieron a Durov bajo investigación, por la presunta incapacidad de Telegram para controlar la actividad ilícita, incluida la distribución de material de pornografía infantil.
Tanto fue así que incluso tuvo que intervenir el propio presidente de la República de Francia, Emmanuel Macron, quien rechazó que se tratara de un acto de censura gubernamental. Y es que, estrictamente, las autoridades francesas pusieron a Durov bajo investigación formal y procedieron a su arresto, aunque luego fue puesto en libertad bajo fianza, por la presunta incapacidad de Telegram para controlar la actividad ilícita en la aplicación, incluida la distribución de material de pornografía infantil, además de su negativa a cooperar con las fuerzas del orden.
Pero más allá de las explicaciones oficiales, no cabe duda de que el ‘Caso Telegram’ tiene múltiples aristas y contradicciones. De hecho, resulta bastante llamativo que dos figuras tan diferentes como Elon Musk y Edward Snowden, un capitalista sin reparos y un espía ruso, respectivamente, salieran conjuntamente en su defensa. Aunque no es algo nuevo, ya que la vida misma de Durov parece estar marcada por un antagonismo perpetuo. El fundador de la famosa aplicación se ve a sí mismo como un defensor de la libertad en toda su extensión y no suele perder la oportunidad de alardear de cómo dejó Rusia cuando el Kremlin le obligó a vender VKontakte, otra red social creada por él, al negarse a proporcionar información privada sobre los usuarios.
Sin embargo, Durov no se mudó a un país que destacara por la libertad de sus ciudadanos o cuyas autoridades fueran vistas como adalides de la libertad de expresión; en su lugar, eligió Dubái para establecerse él, y también como sede de Telegram. Posteriormente, eligió Francia para uso personal, quizás el país más estatizado de toda la Unión Europea. La respuesta a esta aparente contradicción radica probablemente en que Dubái es un territorio donde los empresarios no tienen que dar demasiadas explicaciones. De hecho, Sam Bankman-Fried, fundador de la extinta FTX, menciona (en el libro Hacia el infinito) cómo consideró trasladar su empresa a dicha ciudad por esas mismas razones, aunque finalmente rechazó la idea por la poca libertad que ofrecía en el estilo de vida para sus empleados.

Pero Dubái, para Durov y su creación, ha sido el destino ideal, ya que le ha permitido crear una red social prácticamente sin restricciones, que se ha extendido por todo el mundo. Actualmente, Telegram cuenta con más de 1.000 millones de usuarios, un 50% más que los que utilizan Twitter (ahora X), y se ha convertido en la octava red social más utilizada del mundo. Aunque su éxito se debe en gran parte a su eficacia como aplicación de mensajería, donde realmente ha marcado la diferencia es en la posibilidad que ofrece a los usuarios de formar parte de gigantescos grupos, también llamados canales, convirtiéndose en una formidable plataforma de transmisión.
LIBERTAD SÍ, PERO HASTA DÓNDE
Ese enorme poder de transmisión se ve reforzado por la política de la empresa, que desde su creación ha ofrecido libertad total a los usuarios, incluida la protección de su privacidad. «En última instancia, la privacidad es más importante que nuestro miedo a que ocurran cosas malas, como el terrorismo», publicó Durov en 2015. Más tarde, en 2018, escribió en Instagram: «Para ser verdaderamente libre, debes estar dispuesto a arriesgarlo todo por la libertad», reafirmando no solo su visión, sino la política de no intervención que sigue en Telegram.
Telegram ha servido como una plataforma eficaz para mantener canales informativos libres dentro de regímenes autoritarios.
El resultado ha sido una nueva contradicción. Telegram ha servido como una plataforma eficaz para mantener canales informativos libres dentro de regímenes autoritarios, por ejemplo, es la aplicación estrella en países como Ucrania, Brasil, Indonesia, India y Rusia (en esta última, se estima que tres de cada cuatro ciudadanos la utilizan regularmente). Esto ha permitido que muchos defensores de la libertad de expresión no solo idolatren a Durov, sino que vean en él y ahora en el Caso Telegram, la lucha por impedir que internet se convierta en objeto de censura.
Esa lucha explica, por ejemplo, el revuelo causado por la detención de Durov y por qué X se inundó de mensajes con la etiqueta #FreePavel. Sin embargo, esa es solo una parte de la historia, ya que Telegram ha permitido también la proliferación de contenidos claramente ilegales. Un informe del año pasado del Observatorio de Internet de la Universidad de Stanford identificó cómo se utilizaban diferentes canales de la aplicación para compartir pornografía infantil. También se han registrado otros usos ilícitos, como el fomento del terrorismo, la compra ilegal de armas, el blanqueo de capitales y la difusión de bulos y desinformación.

El problema más allá de la aparición de estos materiales, son las medidas que existen para detectarlos, eliminarlos si es necesario y colaborar con las autoridades en los casos que violan la legalidad. Aquí es donde Telegram enfrenta un problema serio, ya que no parece tener ninguna medida efectiva: «Todos los chats y chats grupales de Telegram son privados entre sus participantes», afirma la empresa en su sitio web. Para entender el contraste, Meta (Facebook) cuenta con unas 40.000 personas en su equipo de seguridad, mientras que Telegram tiene una plantilla total de 50 personas.
LA MUERTE DE TELEGRAM
Este es el epicentro del Caso Telegram y la razón del arresto de Durov, ya que en parte verifica la «presunta incapacidad» de Telegram para controlar la actividad ilícita. No obstante, la solución parece difícil. Al fin y al cabo, si Telegram cede y decide cambiar su política para colaborar con las autoridades y gobiernos, probablemente logrará sobrevivir y Durov será exonerado. Pero el Telegram que conocemos moriría. ¿Qué impediría entonces a gobiernos como los de Rusia o Irán exigir información sobre difusores de contenido libre bajo el pretexto de legislaciones hechas para ello?
En definitiva, encontrar un equilibrio en el que Telegram siga siendo un baluarte de la libertad de expresión, y al mismo tiempo un espacio donde se frenen los contenidos ilegales, parece complicado. El Caso Telegram es un punto de no retorno a través del cual, los gobiernos buscarán justificar futuras medidas represivas contra las plataformas de redes sociales, ya sea por razones justificadas o no. Al menos, eso es lo que apuntan los primeros pasos en el caso.