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El último éxito de Buffett: conquistar el mercado del gas antes del boom de precios

Pedro Ruiz| 20 de octubre de 2021

Cuando el covid-19 golpeó por primera vez, muchas miradas se posaron en Warren Buffett. El prolífico inversor había demostrado una habilidad inaudita para sacar rendimientos extraordinarios de otras crisis. De hecho, el papel de su vehículo de inversión, Berkshire Hathaway, como inversor de último recurso con General Electrics o Goldman Sachs, dejó rentabilidades superiores al 50%. Pero uno de los primeros movimientos del conocido como ‘oráculo de Omaha’, comprar los activos de gas de Dominion Energy, dejó fríos hasta a sus seguidores más acérrimos. Ahora se ha demostrado, una vez más, un nuevo acierto de Buffett.

Un éxito, además, que todavía tiene más mérito para Buffett. Así, no solo un gran número de analistas o de sus propios seguidores no avalaban dicha compra, sino que iba contracorriente del imaginario colectivo. Por aquel entonces, y con los precios por los suelos, parecía una temeridad. Incluso algunos políticos o representantes internacionales reforzaban la idea de que la operación era poco más que tirar el dinero. El más explícito fue Werner Hoyer, presidente del Banco Europeo de Inversiones, que llegó a señalar que “por decirlo suavemente (…) El gas se acabó”.

Por su parte, una cara reconocida mundialmente como John Kerry mantenía un mensaje similar. En concreto, el máximo representante de Estados Unidos en materia de cambio climático, elegido directamente por el presidente, Joe Biden, exclamaba que los activos de gas se podían quedar varados. Una postura compartida, parecía, por la propia industria energética de Estados Unidos y, especialmente, la europea. Y construida a base, tanto de sangrantes recortes en la valoración de los activos ligados a los combustibles fósiles, como de trasvases de recursos del llamado upstream -exploración y producción- al desarrollo de las energías verdes.

 

FUERTES RECORTES EN LA VALORACIÓN DE LOS ACTIVOS DE GAS

Así, la fiebre del gas (y del petróleo) entre 2008 y 2014 dejaron los balances de las firmas del sector apalancados contra los precios de las materias primas. En especial, en la zona de Norteamérica, gracias a la explosión del fracking. Pero las materias primas, y su valoración, suele ser tan caprichosa como traicionera. De hecho, los altos precios son siempre una trampa que lleva a más compañías a aumentar sus inversiones que no se suelen recuperar porque después sobreviene un exceso de oferta que tumba los precios. En aquellos años se vivió el boom de la perforación y en los últimos llego la cruda realidad.

En 2019, uno de los gigantes del sector Chevron amortizó más de 11.000 millones por el bajo rendimiento de sus activos de gas de esquisto de bajo rendimiento en los Apalaches. El coloso del sector, ExxonMobil, reconoció una minusvaloración de su cartera de gas de entre 17.000 y 20.000 millones, en parte, por su desfasada compra de XTO Energy en 2010. Incluso la española Repsol, varias veces más pequeñas que ambas, ha reconocido pérdidas contables por casi 10.000 millones, en dos tandas, por la caída del valor de sus activos norteamericanos a raíz de la compra de Talismán.

Una sangría de esa escala obligó a muchas de ellas a replantearse sus inversiones en materiales fósiles. Más si cabe, por las presiones de los inversores y de los reguladores en materia medioambiental. Una parte importante de empresas empezaron a vender, incluso, sus activos. Royal Dutch Shell vendió sus, una vez preciados, activos de esquisto en la Cuenca Pérmica por más de 9.000 millones, también dispuso un armamento legal para salir de Nigeria, país donde llevaba explotando pozos desde 1936.

 

BERKSHIRE HATHAWAY CONTROLA EL 20% DE LOS GASEODUCTOS DE EE.UU.

Huelga decir que al sector privado dio un giro a su imagen y proyectó grandes inversiones en renovables. Pero, ¿el mundo se había olvidado del gas y el petróleo? Parece que todo el mundo no. Algunos de los frackers sobrevivientes al apocalipsis del sector, producido por los bajos precios del petróleo impulsados por la pandemia y las presiones de la OPEP, encontraron buenos activos a precios de saldo. Así, ConocoPhillips compró los pozos de esquisto del Pérmico a Shell. Además, ha estado comprándose otras firmas en problema. Pioneer, otra gran empresa del sector, también empezó a concentrar poder.

El resultado es un crecimiento bursátil desaforado a medida que el precio se ha disparado. Pero no solo son unos activos de calidad y a bajo precio, sino también ahora poseen poder de mercado. De hecho,  han aprendido rápido las tácticas del oligopolio del sector, la OPEP, para aprender cuando abrir y cerrar la espita del pozo para ofrecer una mayor retribución a sus accionistas. Además, tienen una ventaja respecto a hace algunos años y es que ese poder se va a mantener, dado que el viraje al verde del sector hace imposible aumentar radicalmente la oferta.

Y lo ocurrido a nivel de exploración y producción tiene su reflejo a nivel de distribución. El área en el que está enfocado Buffett y en la que se está ‘forrando’ literalmente y puede que todavía lo haga más en los próximos años, por dos motivos: el primero es que la compra de los activos de transporte y almacenamiento de gas natural de Dominion Energy le da mucho más poder de fijación de precios. De hecho, con los miles de kilómetros adquiridos, Berkshire ya controla hasta una quinta parte de toda la red de gaseoductos que hay en Estados Unidos.

 

UN NUEVO ÉXITO (Y UNA NUEVA LECCIÓN) DE WARREN BUFFETT

El segundo es que ese poder de mercado lo puede ir aumentando fácilmente. Así, si el periodo 2009 y 2014 fue el boom en términos de exploración, en cuanto al número de kilómetros de gaseoductos y oleoductos no se quedó atrás. De hecho, allá por 2012, el que era presidente de Estados Unidos, Barack Obama, señalaba asustado que el país había “agregado nuevos oleoductos y gaseoductos suficientes para dar la vuelta a la Tierra y más”. Para 2014, el valor agregado de todas las empresas de esta industria sumaba 700.000 millones de dólares, casi cuatro veces más que en 2010.

Pero, de nuevo, el exceso de oferta y los precios bajos del gas generaron un apagón en el sector. En otras palabras, empezó a producirse una concentración a medida que muchas firmas caían en el impago. Un crunch en el sector que, además, estaba empujado por una característica inusual que tenían las firmas especializadas en este tipo de infraestructuras. Así, muchas de ellas eran “master limited partnerships” o “sociedades limitadas maestras” que se caracterizaban por ser una versión distorsionada de la sociedad anónima convencional en la que se conservaban pocas reservas, se pagaban muchos dividendos y sobrevivían a base de crédito.

Obviamente, esa fórmula ayudó a que el sector sea más inestable y las quiebras recurrentes. Ahora, Berkshire sigue trabajando en controlar un mayor porcentaje del mercado de transmisión de gas, esperando que se convierta en el sustento del desarrollo de las energías renovables en el país. Y, evidentemente, aprovechándose de los elevados precios del gas que atenazan el mundo, mientras se acerca el invierno. En las últimas cuentas, Berkshire Hathaway Energy presentó un aumento de sus ganancias del 21%. Probablemente, solo sea el aperitivo del atracón que se va a pegar Buffett en los próximos años.

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