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Ramón Monegal: «En la vida no se puede oler siempre igual»

Coche Echarren| 27 de mayo de 2024

Ser la cuarta generación de una familia de perfumistas define incluso a un alma rebelde como la suya. Ramón Monegal lleva en su ADN a los fundadores de Myrurgia, aquella empresa española mítica que en 2009 compró Puig. Algunos de sus éxitos más sonados tuvieron mucho que ver con él y solo con él. De todos modos, reconoce que la libertad creativa, y por tanto artística, no le llegó hasta ese momento en que la familia vendió y él creó su propia firma. Los perfumes por los que se le conoce desde entonces podrían dividirse en etapas vitales o creativas y ahora pasa por la que él llama “mi etapa española”. 

¿En qué se nota que ha crecido en una familia de perfumistas? 

Yo creo que me pinchas y sale colonia. Se nota en todo. En casa, las conversaciones iban sobre perfumistas, marcas… Y yo, aunque estaba estudiando arquitectura, dedicaba todos mis veranos a formarme en el oficio del perfume. El heredero natural era mi hermano, pero mi padre se empeñó en que me preparara con un maestro. 

Y finalmente fue perfumista y no arquitecto. 

Llegó un momento en que mi maestro me dijo que debía tomar una decisión. Mi hermano era economista y no parecía que fuera a continuar con el negocio familiar. Muy a mi pesar dejé la carrera y acepté entregarme a este oficio. 

De modo que no fue vocacional. 

Podría decir que a mí la vocación me llegó trabajando. Tuve mucha suerte con mi primer proyecto, Alada. Era la primera vez que Myrurgia se dirigía a la gente joven y el éxito llegó, como ocurre casi siempre, por sorpresa. Mi padre me dijo: “Esto que has hecho es una porquería, pero me voy y te dejo a ti. Yo hago otro tipo de perfumería, la moderna no la entiendo”. Pero tener tanto éxito con el primer proyecto genera una presión tremenda. Y todo lo que hice después no funcionó de la misma forma. 

¿Se considera artista? 

Sí, pero no desde siempre, solo desde que he recuperado la libertad creativa, tras la venta de Myrurgia y la creación de mi marca personal. 

¿El sentido del olfato es diferente en un perfumista? 

Creo que sí. En la mayoría de las personas se conecta solo en momentos determinados, por ejemplo cuando pasan por una panadería o cuando se perfuman. Pero los perfumistas lo tenemos conectado siempre. Cuando mis hijos eran pequeños tenía un juego con ellos, al ir en el coche, que trataba de ver quién era el primero en detectar un olor. A ver quién es capaz de notarlo a kilómetros de distancia… Por supuesto siempre ganaban los niños. 

Los perfumes comenzaron a utilizarse con fines místicos… 

Los utilizaban los viejos chamanes para dirigirse a las divinidades del cielo. Intentaban seducirlos con los aromas del humo visible que ascendía hacia arriba mientras hacían la petición. Esos antiguos alquimistas eran las personas más poderosas de la sociedad y los reyes quisieron ese poder de los chamanes, por eso comenzaron a usar perfumes. Y de la realeza pasaron a la aristocracia. 

Mucho se habla de feromonas en perfumes, pero ¿no ocurre que apagamos el olor de las nuestras al perfumarnos?

Sí. Cada uno tiene su olor, su código feromónico y los animales son capaces de detectarlo y por tanto de notar las variaciones en la emoción. Nosotros no y precisamente por eso hemos inventado un lenguaje, que es el perfume. 

¿Qué es lo que ocurre cuando encontramos nuestro olor, por qué los demás también lo notan? 

Son cosas muy interesantes, que no sabemos explicar. Se produce una sinergia entre la personalidad, el movimiento corporal, la actitud, la ropa y el olor. Cuando yo perseguía olores en París, me encontraba con verdaderos aciertos. Y siempre tenían que ver con esa sinergia. 

¿Cómo es eso de perseguir olores? 

Es un juego muy bueno para los que mantenemos viva la curiosidad infantil. Hueles un perfume y necesitas saber quién lo lleva. El otro día perseguí a una chica que llevaba uno que le quedaba fenomenal. Me acerqué, le pregunté y me dio la respuesta más decepcionante que se puede esperar: “No lo sé”. Es una pena… Creo que es importante que nos tomemos un tiempo para construir nuestra imagen olfativa, igual que lo hacemos con la visual. 

¿Cuál es su olor? 

La vida es una suma de vidas y no se puede oler siempre igual. Tras un divorcio, por ejemplo, uno tiene que cambiar de perfume. En este momento hago un acto doble: después de la ducha me pongo algo fresco, alguna composición cítrica que me aporta energía y después es cuando de verdad me perfumo: ahora estoy haciéndolo con Faïsa. Es un perfume muy seco, en el que hay una reconstrucción del ámbar gris con diez moléculas. Me siento muy satisfecho con la creación de este perfume. Es la tercera vez que se reinterpreta este nombre que usó en primer lugar mi abuelo (creo que porque estaba enamorado de una bailarina con ese nombre) haciendo un oriental de la época. El Faïsa de mi padre fue floral. El mío es una interpretación de la energía del sol. A las notas de ámbar se unen otras de mimosa y azafrán… una serie de ingredientes que muestran que estoy en mi ‘etapa española’.

Dentro de la colección española de Ramón Monegal se encuentra Faïsa, su perfume actual.

Por los nombres de sus creaciones pueden distinguirse sus etapas… ¿Es usted quien los pone? Generalmente lo hago yo todo, y los nombres con los que más me identifico son los de la etapa española: Olé, Bravo, Flamenco… En España no tenemos lujo, no somos internacionalmente reconocidos por eso. Lo que sí tenemos es arte, ahí está el valor con el que podemos competir con cualquier país del mundo. 

¿Qué opina de la diferenciación por género de los perfumes? 

El género es un cuento chino que inventó la industria de la moda. Porque ellos, igual que crean faldas para mujeres y pantalones para hombres o prendas de verano y otras de invierno, quieren vender perfumes distintos por género y por estación. Son las grandes tonterías de la moda… El perfume está a años luz de todo eso. 

En alguna ocasión ha dicho que su trabajo se inspira en la literatura. 

El olor se suele comparar con la música, por eso hablamos de notas y acordes. Pero yo siempre he defendido que en la música cuando acaba una nota empieza otra, y en el perfume las notas ‘suenan’ simultáneamente y se van dando a lo largo de ocho horas. En todo caso, tendría que ver con la literatura. Además, el olor es un lenguaje. Y, más concretamente, con la poesía que no usa palabras de más. Cuando yo hago un perfume lo que quiero es que me salga un haiku. 

¿Qué criterios puede aplicar un aprendiz para distinguir un gran perfume? 

Para mí solo hay un criterio objetivo, y es el tiempo. Si un perfume es capaz de atravesar los años es que es bueno. Como un Shalimar de Guerlain, que existe desde hace cien años. 

¿Es posible encontrar buenos perfumes (como buenos vinos) en los supermercados? 

Sí, hay composiciones cualitativas, pero no hay tesoros. Además, aunque esto no asegure nada, a veces los supermercados pueden invertir más dinero en la creación del jugo que mucha parte de la industria. Ha realizado perfumes a medida para personas muy conocidas. 

¿A qué huele Julio Iglesias? 

Julio me dijo: “Yo no me perfumo nunca, no lo necesito”. A quienes dicen esto yo siempre les respondo que no es verdad porque todo el mundo usa gel, champú, desodorante… Pero él estaba en esa época de seductor y no quería saber nada de perfumes. Lo que yo hice era justo para alguien así. Usé bergamota, pomelo, notas poco potentes muy diluidas en almizcle para matizar. Y se lo entregué en un frasco artesanal. Ahora no sé nada de él, pero es posible que sí use perfume porque la gente mayor desprende unos aldehídos que generan un olor especial. Precisamente ahora estoy trabajando en un proyecto para inhibirlos.

¿Hubo alguna creación a medida con la que se sienta especialmente satisfecho? 

Me gustó hacer el de Inès de la Fressange. Además de ser modelo y diseñadora, es una aristócrata excéntrica y de aspecto ambiguo que pone siempre distancias. Tiene una personalidad muy marcada, nunca me extrañó que acabara mal con Lagerfeld. Hice su perfume alrededor del iris y también puse frambuesa. 

Como académico, su sillón es el del Iris, ¿por qué? 

Por varias razones. El iris era el ingrediente mítico de Myrurgia y cuando me casé le hice a mi mujer un perfume basado en este ingrediente. En esa época además yo creía que un perfume solo era bueno si era caro y el iris lo es, aunque no dura. Además se obtiene de la raíz, lo que le da una ambigüedad que yo valoro mucho. Chanel Nº19 contiene uno de los mejores iris del mercado, pero no tiene duración. 

¿Cuál es para usted el olor más detestable? 

El de la basura, me pone enfermo. Pero es algo subjetivo: ese mismo olor puede ser atrayente para quienes buscan comida. A mí me gusta el olor del campo cuando lo fertilizan y hay mucha gente que no lo puede soportar. La memoria olfativa influye mucho en los gustos. 

¿Qué visión tiene de la sostenibilidad? 

Creo que la moda, que no es nada sostenible, utiliza los perfumes, que siempre lo han sido, para lavar su imagen. Está claro que existe una sobrepoblación humana preocupante, que hay que regular la natalidad o algo ocurrirá. La base del problema está en que somos demasiados. ¿Qué debería cambiar en el mundo del perfume? Es increíble que el perfumista no cobre derechos de autor. Es aberrante.

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