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Los Bravú: Arte culto y muy actual

Juan Carlos de Laiglesia| 1 de diciembre de 2023

Diego Omil llegó de Pontevedra para estudiar Bellas Artes en Salamanca, la ciudad de Dea Gómez. Y se fundieron en Los Bravú, término asalvajado que Diego recordaba del rock radical gallego que veía en televisión de niño y casaba con su propósito de hacer arte moderno desde Marín, el pueblo donde la pareja tuvo su primer estudio.

En los once años que llevan unidos han tocado muchos palos de la plástica y recogido influencias de todos los tiempos que funden en obras intrigantes e impecables. Vienen del cómic y absorben a Balthus igual que a Piero della Francesca.


Realizan exposiciones e intervenciones por medio mundo y llegarán a la otra mitad. Una esponja bicéfala que mastica influencias y las devuelve como original e interpelante arte posmoderno de minuciosa ejecución. Acaban de participar en la feria Estampa, de Madrid, y en el mes de enero expondrán en Tokio.

Os unís en 2012 y empezáis haciendo cómics. ¿Os resultó útil pasar por la Facultad de Bellas Artes?

Dea: Cada facultad tiene su estilo y la de Salamanca estaba orientada a una pintura expresionista muy concreta. A nosotros nos ha servido para llevarlo después a nuestra figuración particular, con mucha textura y donde la parte formal de la pintura está muy presente. Y también nos sirvió para conocernos… ¿Qué mejor?

Desde vuestra residencia en la Academia de España en Roma en 2016 se detecta una pasión por el clasicismo.

Dea: En Roma tuvimos una epifanía absoluta y todo el tiempo del mundo para estudiar con tranquilidad cómo se construye un párpado. Podíamos pasar las horas que quisiéramos analizando la pintura. Nos sirvió, sobre todo, para entender que el Renacimiento viene de Roma y esa idealización del ser humano nos ayudaba a hablar de cosas comunes. Entendimos que la estética no tiene por qué referirse a una época concreta, y que aquella nos ayudaba a contar sensaciones y preocupaciones de nuestra vida cotidiana.

Ese ensimismamiento y esas miradas perdidas te llevan a preguntarte qué les ocurre a esos personajes y a construir varias capas de lectura en los cuadros.

Diego: En el tiempo que vivimos hay muchas cosas y no podemos hablar solo de nuestra pasión por lo clásico. En Roma nos dimos cuenta de que podíamos utilizar todo aquel arte. Hay temas que se repiten a lo largo de los siglos y podemos recuperar ese arte para hablar de cuestiones contemporáneas. Supongo que un joven o un adolescente de ahora tiene el mismo tipo de ansiedades que tenía en el siglo I. Lo que cambia es la estética que rodea esa ansiedad.

«MUCHAS VECES TRABAJAMOS UNA OBRA COMO UN CONTAINER DE TODO LO QUE NOS INTERESA, COMO UNA COCTELERA, E INTENTAMOS QUE TODO ESO FUNCIONE EN LA MISMA OBRA” (DEA)

Vuestras obras tienen elementos tan variados que recuerdan a un collage, pero siempre armonizados, en equilibrio.

Dea: Intentamos ser muy honestos con nosotros mismos y nuestros intereses. Muchas veces trabajamos una obra casi como un container de todo lo que nos interesa, como una coctelera, e intentando que todo eso funcione en la misma obra. Partimos de una conversación y un primer diseño entre los dos que siempre da bastante sensación de collage.
Diego: En nuestro trabajo, quizá por ser dos, puedes encontrar muchas dualidades: dos personajes que se enfrentan, dos espacios diferenciados arriba y abajo… una pulsión subconsciente nos lleva a eso. La composición necesita estar llena de elementos por la sobreinformación en la que vivimos como civilización, pero luego debe tener cierto orden. No puedes tener ese caos de elementos flotando en direcciones opuestas si no hay una columna en medio o algo que lo delimite a ambos lados del cuadro para ‘calmar’ la obra.

Dea hablaba de distintas capas de lectura. ¿Lo podéis detallar?

Dea: La intención de que toda la pieza acaba en el otro es muy importante para nosotros. Cuando las obras están mejor hechas es cuando te interpelan y puedes sacar tus propias conclusiones. Y no solo una vez, sino que puedas revisitar esa obra según vayas cambiando, aprendiendo, y teniendo situaciones en tu vida y volver a verla de una manera diferente o con matices nuevos.
Diego: Se trata de dejar espacio a la interpretación y no hacer ese abuso del texto del que peca el arte contemporáneo. A veces se explican tanto las obras que la propia obra no consigue representar ese texto. Hay que conseguir que cada vez que la mires descubras un detallito nuevo, que se mueva la mirada y, a veces, por pequeñas sutilezas. Me gusta cuando alguien ve en un cuadro algo que ni habíamos imaginado. Según quién lo vea, un desnudo puede estar cargado de erotismo o simbolizar la pureza.
Dea: Nuestros desnudos son también una forma de naturalizar al humano y dejar flotando esa ligera línea divisoria que puede sugerir lo erótico o lo más puro. Nos gustan los espacios liminales, acciones con un movimiento que ni empieza ni acaba… los umbrales y las cosas a medio camino entre la vigilia y el sueño.

“O HEMOS APRENDIDO A COMUNICARNOS MUY BIEN ENTRE LOS DOS O ES ALGO MÁGICO, PERO NOS ENTENDEMOS TANTO QUE A VECES SE NOS OCURREN COSAS CASI A LA VEZ” (DEA)


Trabajáis a cuatro manos. ¿También pensáis así?, ¿no hay desacuerdos?

Diego: Se avanza bastante charlando y producimos deprisa porque zanjamos los temas rápidamente. Si uno se pierde en sus propios pensamientos, a veces no ve la salida.
Dea: La mano sigue a la cabeza y verbalizamos todo el tiempo: “debería haber esto”; “no, esto otro”. En la conversación surgen todas las ideas y, en ese diálogo, convences al otro o te das cuenta de que no tienes razón, lo que también es muy interesante. No sé si hemos aprendido a hablar muy bien entre los dos o es un poco mágico, pero nos entendemos bastante bien, ¡y hay veces locas que hasta se nos ocurren cosas casi a la vez!

Argos e ío


El año pasado celebrasteis vuestra primera década como Los Bravú en una exposición bañada en luces de neón.

Diego: El neón es parte de nuestra idea de colocar alta y baja cultura al mismo nivel. Nos incomoda el desprecio que se hace de la cultura pop, posmoderna y de consumo de masas porque creemos que tiene cosas tan interesantes como una ópera de Verdi. Hoy no quedan neones más que en lugares periféricos un poco chuscos o en discotecas feas de barrio y creamos una voluta de neón que lo resignifica casi como algo clásico.


Hay quien apunta que vuestras ruinas grecorromanas simbolizan el ocaso de nuestra civilización…

Diego: A veces son casi un atrezzo de película. Detrás de esas columnas de mármol en el Foro Romano, ¿queda algo o no queda nada? Y si lo reivindicamos, ¿lo hacemos como Mussolini en los años 20 o como hijos del siglo XXI y de internet, con cierto sarcasmo y como herramienta para entendernos a nosotros mismos en vez de para entender un estado idílico de la sociedad? Nos gusta el barro, el roce, provocar y que nos provoquen. Además, el placer estético de las ruinas ya se daba en el romanticismo. No me parece desacertado hablar de un ocaso, porque ahora estamos llevando nuestro trabajo a Seúl y Hong Kong. Nos apabulla ese vecino enorme que se nos viene. La posmodernidad dialoga con el mundo clásico y rompe barreras en general.
Dea: Y hay tantas cosas que es difícil que termine esa etapa. Los romanos recogen la mitología griega, luego el cristianismo… rascamos en los orígenes. Nos gusta la figura de Dionisio, de Baco, porque ha calado muy hondo. En las bacanales se bebía el vino, hay ritos cristianos que cogen cosas de ahí…
Diego: Y los aquelarres son ritos dionisíacos… Como curiosidad, tenemos que decir que aún no hemos estado en Grecia.


Pero sí en África. ¿Qué impresión os dejó?

Dea: Todavía no lo hemos terminado de asimilar y nos ha dado la vuelta la cabeza. La luz allí es increíble y destaca muchísimo el color con el que pintan por el color en el que viven. Las imágenes son funcionales porque no tienen una historia del arte como la occidental. En Senegal pintan símbolos muy naives para gente que no sabe leer. En una peluquería, pues tres cabezas; en la carnicería, un cordero degollado.
Diego: La puerta de un taxi puede llevar pintadas palabras del Corán junto a marcas como Nike o Adidas, porque también las consideran símbolos de poder, de aspiración por el mundo más desarrollado. En las cavernas se pintaba lo que se quería cazar, y allí utilizan los símbolos con ese mismo sentido mágico. A nivel artístico, usan la imagen con fines prácticos y su cultura gira alrededor de la música y del baile.


¿Qué tienen en común los artistas de vuestra generación?

Diego: Los que nos gustan se salen de la ‘academia’ entendida como encorsetamiento en temáticas y conceptos. En ciertas instituciones del arte contemporáneo hay una actitud de ‘tener que ser serios’ y estar politizados de una manera obvia. Nuestro enfoque incluye el humor, que no significa hacer chistes en el cuadro o la canción, sino tener un punto desprejuiciado e irónico. En la música, por ejemplo, Rebe e Hidrogenesse lo tienen. También vivimos en una época de inmediatez que nos lleva a crear con otra filosofía. Uno ya no se pasa cuatro años escribiendo o pintando la misma obra. No hace falta y no estamos en eso. El ejercicio artístico exige que la cosa vaya más rápido y no buscamos una obra de arte excesivamente meditada. Aceptamos y disfrutamos del ‘he hecho esta canción o esta pintura esta semana’, y ese es el ejercicio. Al no existir estilos, tendencias ni vanguardias, admites que no vas a dar la campanada.
Dea: Tus intereses van cambiando. Con la información que tenemos cada día y cómo funciona todo, enrocarse con un tema durante años no sería añadir sino restarle a lo que produces. ¿Qué es eso de ‘la obra de arte definitiva’?
Diego: Nuestra obra más importante serían las de estos diez años reunidas en un catálogo o una exposición, pero una sola… No vas a ver a Velázquez solo por Las Meninas.


Tenéis continuamente exposiciones y proyectos muy variados. ¿Cómo os relacionáis con el mercado?

Dea: Lo importante es tener relaciones de calidad con quien trabajes. Hemos hecho dibujo, pintura, escultura, fotografía, proyectos escénicos, queremos hacer vídeo… Y eso en varios países, así que sabemos que hemos de tratar con mucha gente distinta.
Diego: Nos movemos entre el extranjero y España, donde se aprecia lo clásico y nuestras temáticas se entienden muy bien. Tenemos una aspiración multidisciplinar, y el globalismo ha flexibilizado las relaciones con galerías o representantes. Hay más fluidez y, si estás en Asia y aportas contactos, ese intercambio enriquece la relación de ambas partes.

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