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Manolo Paz, el artista que hace hablar a las piedras

Juan Carlos de Laiglesia| 22 de marzo de 2024

Si consideramos el arte como un don, Manolo Paz lo posee. Si creemos que el artista es una suerte de médium capaz de interpretar y transformar el entorno para devolverlo enriquecido al paseante, también convoca esa cualidad.

Estamos en lo alto de su taller-jardín-museo-fundación divisando, en el extremo inferior del verde, montículos de piedras elípticas cuidadosamente apiladas de menor a mayor, rematados por las más menudas. Entornando los ojos, parecen trazar el boceto japonés de una catedral románica con sus torres puntiagudas apuntando al cielo.

A mi lado, el artista explica: “Entre esas piedras hay espacios para que la luz provoque las sombras en horizontal, como la línea del mar que vemos al fondo. Es algo que relaja”. Porque este centro dinamizador que otorga reconocimientos a arquitectos o paisajistas y es también su taller de escultura, da al mar, que es “otro planeta. Lo viví cuando anduve a pescar al Gran Sol. Si está tranquilo parece un mantel para caminar por encima, pero cuando se cabrea… Nunca es estable y cuando vuelves a tierra ¡no sabes cómo andar!”.

La Fundación Manolo Paz se ubica donde él nació, Quintáns en Castrelo (Cambados), y se vierte en declive sobre la desembocadura del río Umia. “La hice para que la gente disfrute, siguiendo la línea de museos realizados por los propios artistas (Chillida-Leku, el de Henry Moore o el de Isamu Nogochi). Estas cosas suelen hacerse cuando el artista muere y yo creí mejor disfrutar de vivos. Como no tuve mercado durante tiempo, me encargaba yo mismo las obras y por eso hay tantas aquí”.

Capelas (instaladas junto al Museo del Prado) (c) Fundación Manolo Paz

UN JARDÍN DONDE PERDERSE

El jardín de la Fundación es un espectáculo sembrado de esculturas monumentales distribuidas con precisión para asombrar a cada paso. Hormigón pintado, madera, estructuras metálicas geométricas y, sobre todo, piedra, mucha piedra en un recorrido que culmina en la penumbra de una choza entre cañas de bambú donde reflexionar sobre lo visto.

De vuelta en el taller, Manolo remata su obra para la feria Arco 2024. Una pieza que le está dando “mucha lata. Algunas más grandes las hago en dos días y con esta llevo un mes. Parece que es como poner ladrillos, pero lo que la humaniza es poner las piedras con cariño, que entre una y otra haya sombra, porque ahí es donde trabaja la luz… Es controlar todo eso”.

El escultor se dio a conocer en 1984, al fichar con el legendario Fernando Vijande (que trajo a Andy Warhol a España y en cuya galería Leonard Cohen presentó uno de sus discos) y exponer en la colectiva Hierro y piedra. Tres años más tarde, ya fallecido Vijande, su hijo dedicó a Paz una muestra individual potente que le confirmó. Hoy, trabaja en exclusiva con la Max Estrella y los eruditos se afanan por explicar una obra que habla por sí sola. Hablan de Brancusi, de Anish Kapoor, de Chillida, lo relacionan con Henry Moore, Giacometti… “y con Miguel Ángel, ¿por qué no? También saqué bastante de cómo pulían la piedra los egipcios.

Lo mío es intuitivo y también aprovechar los recursos disponibles. Quería trabajar con mármol o bronce, como los clásicos, pero aquí no tenía mármol ni dinero para comprarlo y, si quieres hacer arte, puedes hacerlo donde sea y con los materiales que haya”.

“Aquí lo que sobraba era piedra y en el año 83, en Nueva York, me surgió la historia de trabajar con ella. Fui descubriendo que me había metido en una historia interesante porque, en Galicia, el granito es casi como nuestro ADN: ahí están los petroglifos (grabados rupestres hechos sobre piedra hace miles de años), los dólmenes, los castros o la Catedral de Santiago. Nuestra historia está escrita en la piedra y por eso titulé La piedra y el hombre mi discurso de ingreso en la Real Academia Galega de Belas Artes. La piedra es el elemento más duro y permanente de la naturaleza”.

«Al principio, la piedra es desagradecida. Hay que asustarla un poco. Si no, te asusta ella a ti porque es dura, pero al final es muy agradecida. Hay que tener fe, ponerle cariño, darle forma… y a mí fue la que me ha hecho viajar»

¿No es también el más difícil de manipular?
Al principio es desagradecida. Hay que asustarla un poco. Si no, te asusta ella a ti porque es dura, pero al final es muy agradecida. Hay que tener fe, ponerle cariño, darle forma… y a mí fue la que me ha hecho viajar. El granito no era un material noble, especialmente estos granitos duros que se utilizaban para construcciones baratas como los postes de parra, pero tenemos la maquinaria necesaria. Estos materiales duros mantienen mucho más el pulido y, al pulirlos, presentan contrastes, como si hubiera una parte seca y otra mojada en el mismo material. Ves la piedra por dentro, que es como entrar en su alma, y se le sacan texturas distintas a las de otros materiales porque no se había trabajado tanto.

También has usado madera, metal e incluso hormigón…
Cuando trabajas mucho tiempo con un material, te aburre, no te motiva y hay que explorar otras cosas. Entre los años 92 y 94 viví en Nueva York, y allí hice muchos proyectos para ejecutarlos en un taller grande cuando volviera. Por ejemplo, hice la maqueta de las Bolboretas con rodajas de patatas que fotografié, y también diseñé composiciones metálicas.

Bolboreta. Plaza del Obradoiro (Santiago de Compostela) (c) Fundación Manolo Paz

Con las estructuras de metal pasas del sólido al vacío, al aire.
Son cosas que ves pero que no pesan, formas geométricas con materiales industriales, que tienen medidas estándar. Con metal hago transparencias que me gustan mucho, esculturas que dan identidad al sitio donde se colocan pero que dejan seguir viendo a través suyo. Sin aire no viviríamos. Cuando Benedicto XVI vino a Santiago, me encargaron la cruz de su palco y la hice abierta para todo el mundo y todas las formas de pensar. Quien hacía la cruz era el aire que se respiraba, porque era el vacío entre dos volúmenes de piedra.

HUMANIZAR EL PAISAJE

El diálogo piedra-cielo es otro hallazgo del escultor, capaz de poner su artística lupa en los astros de paisaje estelar que esconde un granito azul de Bahía puliéndolo, y de hacernos ‘ver’ incluso nubes de piedra. O de practicar una ventana en sus menhires para que pasen el viento y la mirada.

Explica que, en ocasiones, al tratar de imitar a la naturaleza, se da cuenta de que ella misma ya ha hecho el trabajo y solo hay que enseñarlo. “Si miras a cualquier lado en panorámica, verás un paisaje general, pero si te centras en un trocito pequeño [reduce el foco con las manos], encuentras arte”. Por ello, llega a tomar las piedras tal como son y conserva su forma con el mayor respeto. También observa cómo modela el paisaje el ser humano de manera productiva: los campos de arroz y de té japoneses, los viñedos gallegos cuya estructura es una verdadera instalación… “Yo chupo mucho de esas cosas, porque son obras de arte”.

Cuando interviene en un espacio abierto, analiza minuciosamente el entorno para ver cómo crear un paisaje nuevo. Por ejemplo, inauguró en 2003 el conjunto escultórico Familia de Menhires, cerca de la Torre de Hércules, en A Coruña. Son doce piezas de las cuales dos son más grandes —los padres— y el resto más pequeñas —los hijos—. Le sugirieron instalar sus menhires pegados a la Torre, pero él insistió en colocarlos cuanto más lejos mejor, porque no pretendía competir con el icónico edificio, sino construir un espacio nuevo al que pudiera ir la gente.

Familia de Menhires (c) Fundación Manolo Paz

LA HISTORIA ES LO QUE CUENTA

Disfruta creando obra pública monumental “porque está al alcance de todos: pobres, ricos, gente que entiende y que no entiende. La gente la hace suya, le dan un nombre que no es el que le has puesto y cada vez que pasan por ahí son libres de opinar. Cuando te dan un espacio para poner una escultura es un reto que piensas para el futuro. Te quita el sueño, pero te llena un poco el alma ir dejando por ahí tus criaturas y que la gente pueda disfrutar de ellas”.

La base es adaptar la escultura al sitio. Como decía el poeta, ‘a cada planta le corresponde su maceta’. Si la obra está bien colocada transmite buenas vibraciones y la gente no le hace daño. Pero si no lo está, resulta molesta y tiende a tener más pintadas. Pasas por la Cibeles y transmite buenas vibraciones, da identidad al lugar y te alegra el día. Esa es la escultura al aire libre. No puedes poner un estorbo”.

Ese cuidado ha puesto en Transparencias (De Madrid al Cielo, 2022), su escultura permanente de acero inoxidable en la plaza Felipe II de Madrid, y cada vez que sus obras han ocupado entornos tan especiales como la plaza del Obradoiro en Santiago, los alrededores del Prado, el Thyssen y la Cibeles en Madrid, o las calles de Málaga y esa sede andaluza del Pompidou.

En un mundo tan digitalizado y sometido al marketing, un arte tan ‘sólido’ y antiguo como la escultura parecería haber perdido toda vigencia, pero a Paz no le inquieta en absoluto. “Yo nunca estuve a la moda. No sé qué es eso. El arte tiene que tener identidad y raíz, ser internacional y ser contemporáneo, claro, porque de otra manera sería artesanía.

Andy Warhol pintaba su urbe y cada uno tiene que dar identidad a lo que tiene al lado. Yo intento hacer eso y a los americanos les encanta porque les aporto algo que no tienen. Ellos tienen la historia del hierro, pero no la de la piedra. Y ser fiel. Por las noches apenas duermo, la cabeza siempre anda trabajando y creo que me queda todo por hacer. El problema del artista es superarse a sí mismo. Es lo que te mantiene vivo. Si te repites, estás acabado. No estoy muy al tanto de lo que hacen otros. Jaume Plensa se lo montó bien, tiene trabajos interesantes, ahora ya aburre un poco, pero… ya es una empresa”.

Tienes ‘auctoritas’ para aconsejar a los que empiezan. ¿Qué les dirías?
Que tengan fe, constancia y que sean ellos mismos, no picotear de aquí y allá. Porque los demás pueden ayudar, pero nosotros mismos somos quienes tenemos que aportar. Si estás aquí, hay que aportar algo. La historia es la que cuenta. Y es trabajar, dedicación y un poco de suerte, pero más bien trabajar. Yo nunca estuve a la moda, pero encajé haciendo algo intemporal. Tienes que ser fiel a ti mismo.

Foto destacada (c) José Luiz Oubiña

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