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José Manuel Broto: Fiel al abstracto

Juan Carlos de Laiglesia| 13 de enero de 2024

Premios y exposiciones se acumulan en el largo currículo de José Manuel Broto, este aragonés calmado. Referente imprescindible para entender la pintura abstracta española, la constancia y una permanencia en la senda elegida desde la juventud permiten ver su desarrollo como la evolución de una mente sabia.

Es apasionante tratar de ‘entrar’ en la mente de un artista. Su visión de las cosas y de la vida raya en lo espiritual, y es una aportación personalísima que enriquece el alma del espectador en un mundo volcado en lo material. Aún más allá van los artistas que eligen el arte abstracto como medio de expresión, porque se plantean otras preguntas y nos interpelan en lo más íntimo.

Ha sido Premio Nacional de Artes Plásticas, Premio ARCO de la Asociación de Críticos y Premio Aragón-Goya. Sus obras cuelgan de importantes museos y colecciones, pero lo interesante es desentrañar de dónde surgen y desde cuándo.

“Como mis padres eran aficionados (se conocieron en la escuela de Artes y Oficios), en mi casa había materiales y familiaridad con la pintura. A mí me gustaba hacerlo, como a casi todos los niños, y se me daba bien”.

Broto llegó a Barcelona desde su Zaragoza natal en los años 70. La capital catalana era entonces el hervidero de la modernidad cultural española donde partidarios del arte conceptual y figurativo se disputaban la hegemonía bajo la serena mirada de Antoni Tàpies. Allí, el Broto veinteañero comparte con otros coetáneos una visión que cristalizó en el grupo Trama, influido por el movimiento francés Supports/Surfaces. Así lo explica: “En 1972 me trasladé a Barcelona, que en aquel momento era la ciudad más moderna de España, y allí conocí a otros pintores: Gonzalo Tena, Javier Rubio, Xavier Grau, a los que también les interesaba más la pintura que el arte conceptual, de moda entonces.

Supports/Surfaces era un grupo francés de pintores e intelectuales muy politizado e influido por el psicoanálisis que analizaba profundamente los componentes de la pintura y la participación activa del inconsciente. La reivindicaban como hacíamos los Trama, no solo por su capacidad estética, de crear objetos ‘estéticos’, sino, sobre todo, por su capacidad de influir en la transformación de la sociedad. El problema era que la aplicación de la teoría tenía poco recorrido, era muy restrictiva, muy limitada. En una palabra, ‘aburrida’. Aun así, el grupo duró seis años e hicimos quince exposiciones, incluso expusimos en la Bienal de Venecia del año 76. También publicamos una revista de Pintura, Trama, y otra de literatura, Diwan. Las dos muy teóricas. Tuvimos la suerte de conocer a Tàpies, que resistía en Barcelona la embestida del arte conceptual en solitario y que nos ayudó muchísimo. De hecho, consiguió que expusiéramos en la galería Maeght de Barcelona. En esa exposición, el catálogo incluía el número 1 de la revista Trama, que contaba con un texto de Tàpies, lo que fue un espaldarazo definitivo”.

¿Qué reflexiones te suscita recordar a aquel joven que expuso en la Galería Buades de Madrid en 1975 y qué diferencias había entre la Barcelona y el Madrid de entonces?

Visto desde ahora me parece un momento entrañable. Me admira la fe que teníamos en nuestras propias fuerzas. Madrid era una ciudad más frívola, divertida, loca… y Barcelona, más serena, más apropiada para trabajar duro, que era lo que creíamos que teníamos que hacer. Madrid era una ciudad extrovertida y Barcelona una ciudad ya ensimismada.

El origen de una obra abstracta resulta enigmático para el espectador. ¿Partes de un concepto intelectual, de un impulso?

No sé cómo lo hacen los otros pintores. Yo parto siempre de una idea de lo que quiero hacer y de cómo conseguirlo. Luego, sobre la marcha, esa idea evoluciona, se transforma y, en ocasiones, no llega a ninguna parte. Pero siempre empiezo con un proyecto. Yo creo que los figurativos hacen algo parecido. Voy pintando, siguiendo un proyecto inicial que he elegido entre una inagotable variedad de posibilidades. Es un resumen provisional porque condensa varias imágenes, colores, líneas y ritmos que he seleccionado en un momento preciso de entre una innumerable cantidad de opciones.

Se ha dicho que practicas la abstracción “en su vertiente más fluida, intensa, emotiva y personal”. Y que, desde el principio hasta el momento actual, has creado una obra cada vez más libre, independiente y contemporánea. ¿Tal libertad solo cabe en la abstracción?

Literalmente, el campo de la pintura abstracta es infinito. La abstracción no es restrictiva. Al no tratarse de una representación, sino de una presentación, no considera el ‘parecido’ como un criterio de valor. Al abandonar la mímesis, la abstracción amplía el campo de la pintura enormemente.

Hasta el próximo 17 de febrero, el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, presenta Broto. El viaje 1994-2022, exposición retrospectiva que incluye 28 cuadros. El viaje que indica el título de la muestra es, según su comisaria, Lola Durán, el que ha recorrido el arte de Broto desde la oscuridad a la luz. Entre obras como Las medidas IV, de 1994, oscura e introspectiva, hasta el colorista Relatos VII, de 2022, se visualiza un trayecto que desemboca en el estallido del color en su pintura. El artista lo identifica con su propia evolución hacia el optimismo.

“Espero que utilizando colores vivos, tónicos, mis cuadros puedan aportar algo de optimismo al que los ve. He tenido etapas menos animadas”

“Me parece evidente. Desde el punto de vista de las emociones que provocan, los colores sombríos, apagados, se asocian a sentimientos y situaciones tristes, depresivas. Y los colores vivos a sentimientos alegres y optimistas. Espero que utilizando colores vivos, tónicos, mis cuadros puedan aportar algo de optimismo al que los ve. He tenido etapas menos animadas”.

Expláyate sobre el color como hilo narrativo en tu producción.

El color es el espíritu del cuadro. No es un adorno, es un elemento esencial que conforma y dinamiza la obra. Suelo combinarlo con figuras y estructuras geométricas que organizan el espacio del cuadro y la imagen. El bastidor es como un campo de batalla incruento entre las formas orgánicas, los barridos amplios de color y la estructura geométrica clara y limpia. Precisando: caos y orden.

En 1996 comenzaste a usar el ordenador y lo consideras una herramienta de trabajo muy eficaz. ¿Ha modificado tu consagración a la ‘pintura-pintura’?

Desde la disolución del grupo Trama, mi trabajo ya no es ‘doctrinal’. Es mucho más libre, pero sigo reivindicando el valor de la pintura por sí misma, independientemente de si representa o no representa la realidad. Lo de ‘pintura-pintura’ es una tautología que a mí me vale incluso como descripción de lo que hago. Utilizo el ordenador como una herramienta más, que me sirve para conseguir lo que quiero con mucha precisión. Adapto programas de diseño arquitectónico o de ingeniería para llegar a las imágenes que me interesan. Como útil, el ordenador es fascinante, porque al trabajar con luz y con colores inmateriales te permite construir imágenes que serían imposibles de otra forma. Es una técnica mixta, síntesis de los dos procedimientos sin privilegiar ninguno. Se trataría de una suerte de oxímoron, presente, por otra parte, en casi todo lo que hago: enfrentar, por ejemplo, figuras geométricas y espacios orgánicos, o campos de color opacos y transparentes. A veces lo que quiero es hacer armonías un poco difíciles, como poner dos colores brillantes que se sabe que realmente no armonizan bien y trato de forzar eso hasta que vea que la lucha queda en paz. O la gano yo.

Desde tu primer estudio en la calle zaragozana de Santa Isabel, en 1969, a los de Barcelona, París, Montevideo y ahora Mallorca, mantienes la rutina de pintar por las mañanas con luz diurna. ¿Qué has encontrado en Mallorca?

Como dices, la luz es un componente esencial para mí. Desde que pude elegir, tengo estudios con grandes ventanales o con luz cenital. Además de tener una luz maravillosa todo el año, Mallorca es una isla serena, tranquila y con un paisaje amable, sin estridencias. Una estimulante indiferencia para mí. Después de veinte años en París, es lo que necesito ahora.

¿En qué punto das por concluida una obra?

Cuando ella misma avisa. Es un proceso ‘natural’. Suelo trabajar en varios cuadros al mismo tiempo. Llega un momento en que los dejo reposar y no los miro en unos cuantos días. Cuando los vuelvo a ver, ya sé que algunos están acabados.

¿Cómo ves el actual estado del arte y su mercado?

El estado del arte es interesante. Hay una gran producción artística, muchos artistas y gran variedad de opciones desde la pintura y todos los “ismos” posibles hasta las múltiples variaciones del conceptual. Y todo ello a pesar de que el mercado del arte no pasa por su mejor momento, por decirlo suavemente.

¿La posmodernidad terminó con ‘tendencias’ y ‘etiquetas’?

No. De hecho, la posmodernidad es una etiqueta más. Incluso hay algún crítico que considera que la tendencia dominante hoy engloba a todas las actividades artísticas contemporáneas, casi como una ausencia de tendencias. Resumiendo, un barullo.

¿Qué convierte en ‘valiosa’ o ‘verdadera’ una pintura?

Valiosa me parece si es capaz de provocar una emoción. Verdaderas lo son todas de una u otra forma.

¿Tiene límites el arte?

Viendo las salas policromadas de Altamira, te das cuenta de que eso es inmejorable, es perfecto. Las Meninas de Velázquez son también perfectas, pero no las mejoran. Picasso tampoco lo mejora, aunque hace obras perfectas.

Cada artista emprende un camino único y su legado engrosa un acervo motivador para generaciones futuras. La historia de este hombre sereno, poco hablador, amigo de la luz y traductor de las emociones que el color provoca es un ejemplo de tesón y evolución. Y, aunque parezca que en el arte ya está todo dicho, nunca se expresa de la misma manera y cada artista construye nuevas visiones que inspirarán a sus sucesores.

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