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¿Escucha tu móvil tus conversaciones?

Miguel Ángel Ossorio Vega| 21 de marzo de 2024

Existe cierta creencia popular acerca de si los dispositivos conectados, desde el móvil hasta un altavoz inteligente, escuchan nuestras conversaciones en tiempo real y luego utilizan esa información para mostrarnos publicidad en internet. Hemos hablado con las partes involucradas en el negocio y con expertos en tecnología y protección de datos personales para aclarar, de una vez por todas, si estamos siendo espiados. Lo que nos han contado acerca de si el móvil escucha tus conversaciones es clarificador.

Quizá la situación les resulte familiar: un día cualquiera estamos hablando con un amigo sobre cualquier cosa y, al poco tiempo, tanto las sugerencias de búsqueda de Google como la publicidad que vemos al navegar por internet tienen relación. Pongamos un viaje: hablamos de un destino cualquiera, por ejemplo, París, y no será de extrañar que el buscador, ante las palabras “qué ver…” ya rellene automáticamente “en París”.

Quizá en ese momento ya empecemos a sospechar que algo raro está pasando: ¿Cómo puede saber Google que hemos hablado de París? La sospecha tornará en paranoia cuando estemos leyendo nuestro periódico de referencia y, misteriosamente (o casualmente, si es que las casualidades existen), veamos un banner con una buena oferta para viajar a París.

Lo que hace algunos años podía pasar por una curiosa casualidad, que incluso tenía cierta gracia, hace tiempo que se tornó en una más o menos fundada sospecha de que alguien o algo nos espía. Pero, ¿realmente hay alguien o algo que nos espía? Vamos a tratar de aclararlo.

NO TODO LO POSIBLE ES PROBABLE

El primer iPhone vio la luz en 2007, y cuatro años más tarde llegó Siri a nuestras vidas. Era un asistente virtual pionero con una peculiar forma de activarse: un comando de voz. Cuando el teléfono escuchaba la instrucción ‘Oye, Siri’, activaba el asistente. No tiene mayor misterio. Pero para que el teléfono escuchara la instrucción no había que pulsar un botón que activase el micrófono del dispositivo para que pudiera escuchar el comando, de manera que el micrófono, en realidad, estaba (y está) permanentemente activado a la espera de escuchar el disparador que activará el asistente virtual. Google, con su Assistant, y Amazon, con Alexa, funcionan exactamente igual.

Es el estándar, uno que, efectivamente, hace posible que estos dispositivos escuchen absolutamente todo lo que suene a su alrededor. Pero eso no significa que sea probable que nos estén espiando, porque el asunto es mucho más complejo.

Para empezar, las tecnológicas que utilizan este sistema aseguran, y llevan años haciéndolo, que el micrófono está abierto a la espera del comando activador del asistente. No graban las conversaciones ni salen del dispositivo: no transitan por la red. Eso solo sucede si decimos la ‘palabra clave’, en cuyo caso lo que digamos a continuación sí se enviará a servidores de estas compañías para procesar las peticiones. “Alexa, ¿qué ver en París en un fin de semana?”. Y Alexa lo envía a los servidores de Amazon para buscar y devolver una respuesta. Por supuesto, Amazon sí usará esa información para asignársela al usuario que ha preguntado y que está demostrando interés en la capital de Francia. Esa misma estructura la usa cualquier otra tecnológica cuando quiere mostrarnos publicidad.

Pero esa regla del juego es aceptada, legal y conocida: lo que busques en Google, si estás logueado, queda inscrito en tu perfil de usuario y determinará tus búsquedas futuras, la publicidad que veas y un sinfín de asuntos más. Lo que preguntes al asistente, también. Pero lo que haya sucedido ‘antes’ de que actives el disparador no se registra, envía o utiliza. “Google no utiliza sonido ambiente de ningún dispositivo para servir anuncios al igual que tampoco se graban constantemente conversaciones”, zanja para Influencers Anaïs Pérez Figueras, directora de Comunicación de Google. “El asistente de Google se activa cuando el usuario dice ‘OK, Google’ o ‘Hey, Google’; sin embargo, las grabaciones de audio no se guardan por defecto, es el usuario quien tiene que decidir que se guarden dentro de ‘actividades con el asistente’”, explica.

La realidad es que, aunque las tecnológicas involucradas han negado por activa y por pasiva que escuchen las conversaciones de los usuarios y las utilicen para vender publicidad, lo cierto es que la sombra de la sospecha sigue planeando sobre ellas. Pero eso tampoco convierte en real la sospecha, y hay razones técnicas y legales que lo explican.

GOOGLE NIEGA ESTAR ESCUCHANDO TUS CONVERSACIONES PARA OFRECERTE DESPUÉS ANUNCIOS RELACIONADOS

¿TODO A LA VEZ EN TODAS PARTES? IMPOSIBLE

Como explican desde Google, “ninguna empresa en el mundo posee la potencia informática o el almacenamiento de datos que serían necesarios para ‘escuchar’ todas las conversaciones del mundo todo el tiempo”, subraya la dircom del gigante estadounidense. Aunque no siempre es fácil encontrar datos fiables sobre la penetración de determinados dispositivos, sí se sabe que hay más de 300 millones de aparatos con Alexa integrada. Si ampliamos la panorámica, todo apunta a que hay más de 2.500 millones de dispositivos activos con Android en el mundo.

Android es el sistema operativo de Google, y salvo en versiones extremadamente antiguas, todos o casi todos cuentan con el Asistente de Google integrado. De estar espiando a sus usuarios, Google necesitaría la capacidad de computación necesaria para procesar en tiempo real, durante las 24 horas del día los 365 días del año, 2.500 millones de conversaciones privadas. El consumo de recursos arruinaría a la compañía en cuestión de minutos, la mayoría de las veces para absolutamente nada: solo hay que pensar en la trascendencia de las conversaciones que mantenemos a lo largo del día. Y aunque de esas conversaciones pudieran deducirse intereses comerciales, ¿realmente Google ganaría algo ofreciendo esos datos a un anunciante que pagará unos pocos céntimos por un clic en un banner que lleva a una agencia de viajes que nos venderá un fin de semana en París?

Si la propia técnica lo pone difícil, la ley (actual) lo convierte en imposible. “En el caso de que Google estuviera captando datos a través del micrófono para utilizarlos para publicidad, debería pedir un consentimiento expreso y específico e informar de la finalidad para la que se van a usar”, explica a Influencers Borja Adsuara, profesor, abogado y consultor, y experto en Derecho Digital. Aquí no todo lo probable es posible.

Ahora bien, que tanto la técnica como la ley prohíban estas prácticas no quiere decir que algo ‘raro’ no esté sucediendo. Claro que sucede. Pero siempre hay una explicación más o menos convincente para algo que no tiene mayor misterio, aunque las leyendas siempre sean más atractivas y divertidas.

POR QUÉ VEO ESOS ANUNCIOS

Las cookies. El caballo de Troya del mundo digital en nuestras vidas: líneas de código que trabajan en la sombra a cada paso que damos en internet. ¿Visitas una web? Cookies llegan y cookies van. ¿Abres un enlace? Cookies envías y cookies recibes. El mundo de las ‘galletitas’ sustenta el negocio digital, aunque es una especie en extinción. Hasta Google se está desprendiendo de ellas, ya que su sofisticación empezaba a entrar en conflicto con una población, y unas autoridades, cada vez más reacias a compartir datos más o menos privados con empresas que harán negocio con ellos. Negocio lícito y aceptado, pero negocio a fin de cuentas.

Las cookies han permitido durante casi dos décadas que no hiciera falta bombardear con anuncios repetitivos a la masa. Bastaba una inserción publicitaria quirúrgica, mucho más barata y efectiva, para llegar al usuario deseado.

A ese que, casi con nombre y apellidos, sabemos que va a querer el producto. Y es alrededor de ese sistema donde encontramos la explicación a ese gran mito, podemos decir ya, de que los dispositivos nos escuchan. “Los dispositivos no nos escuchan, eso está probado y comprobado, pero los sistemas de control mediante cookies y de otros tipos sí nos persiguen por todas partes, y generan situaciones que vuelven paranoico a cualquiera”, explica Enrique Dans, profesor de Innovación en IE Business School. “Es sorprendente la cantidad de gente que se escandaliza cuando piensa que una publicidad les aparece porque el dispositivo ‘les ha escuchado’, y juran y perjuran que ‘no lo han buscado nunca en internet’, cuando eso es lo menos necesario: basta con que lo haya buscado tu amigo, o alguien en tu misma IP, o en el mismo dispositivo, etc.

Y, sin embargo, se quedan tranquilos cuando les explicas que su navegación, sus búsquedas, sus likes y sus comentarios están siendo constantemente analizados y almacenados, porque eso les parece ‘perfectamente normal’, cuando es justo eso lo que debería ponernos los pelos de punta y, por supuesto, estar prohibido”, añade.

Enrique Dans explica este fenómeno (y aclara las dudas que puedan quedar a estas alturas) hablando de ‘coeficiente de afinidad’, donde también entra la técnica: nuestros dispositivos se ubican cerca de otros dispositivos, e incluso conectados a una misma dirección IP. Eso genera vínculos entre ellos y, por tanto, entre sus usuarios, de manera que si una persona busca en internet ‘viajes a París’, es probable que Google muestre anuncios sobre esos mismos viajes a uno de sus amigos con la esperanza de que vayan a ir juntos a ese viaje. No deja de ser arrojar una moneda al aire, pero si dos miembros de una misma familia se interesan por hoteles en París, la cosa queda bastante más clara: seguramente estarán planeando un viaje. Lógicamente, esa familia hablará durante la cena de sus vacaciones en París, pero la razón por la que van a ver anuncios no está en esa conversación, sino en la actividad que realizan en internet, donde ya sabemos, y aceptamos, que dejamos huella. “Hay experimentos que han metido a gente con dispositivos en cámaras anecoicas, sin ninguna posibilidad de conexión al exterior, y han demostrado que, efectivamente, no hay comunicación”, señala.

EL MÓVIL OYE, PERO NO ESCUCHA LAS CONVERSACIONES

Parece quedar claro que los dispositivos sí nos escuchan, pero no nos espían. Algo así como que ‘oyen, pero no escuchan’, aunque una parlamentaria de India acusó a Google de realizar grabaciones aleatorias del entorno para mejorar sus sistemas. También hay una extraña empresa estadounidense que asegura poder utilizar, y estar utilizando, los dispositivos conectados de la gente para, precisamente, espiarlos y vender publicidad. Y sabemos que la app de LaLiga activaba el micrófono del móvil de los usuarios para detectar si estaban viendo un partido de fútbol y cruzaba esa información con su ubicación para determinar si estaban en un bar.

Después, LaLiga enviaba a un inspector a esos locales para comprobar si estaban pagando el abono correspondiente para poder ofrecer partidos a sus clientes. La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) le impuso una multa de 250.000 euros por una infracción muy grave al considerar que no informaba correctamente a sus usuarios sobre el uso que hacía la app del micrófono de sus dispositivos. LaLiga recurrió la multa: según decía, se informaba en dos ocasiones al usuario sobre la activación del micrófono, y además se recogía solo el 0,75% de la información grabada, que, por otra parte, se transformaba en un código alfanumérico que impedía identificar voces concretas y tampoco ligar la grabación a un usuario en particular. La multa de la AEPD no versaba sobre la recolección de sonido: eso es legal, siempre que el usuario esté conforme y sepa para qué se usa. Solo se fijó en que había que explicar mejor la finalidad.

Así que la única conclusión razonable ahora mismo es que Google, Apple, Amazon y Meta nos escuchan, sí, pero no saben lo que decimos. Obtienen mucho más recogiendo datos de todo lo que hacemos en sus respectivos servicios y plataformas. Gracias a ello son algunas de las empresas más valiosas del mundo. Y aunque tener acceso directo a nuestras conversaciones les permitiría mejorar aún más lo que ya saben de nosotros, ¿qué sentido tiene si obviando nuestras conversaciones ya lo saben todo?

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