¿Fusión de Banco Sabadell y BBVA? La sospechosa sintonía de sus movimientos
El negocio bancario se ha convertido en un peligroso juego de equilibrio entre rentabilidad y tamaño. Una simetría que en el caso de romperse puede acabar en tragedia, como demostró la caída de Banco Popular. Por ello, resulta llamativa la intención de ciertas entidades de mantener un discurso de ‘independencia’. Un ejemplo muy ilustrativo es Banco Sabadell, que ni es grande (entre los grandes) ni actualmente rentable. De hecho, el Plan Estratégico que presentó meses atrás indicaba que no lo será en años. Aunque más allá del discurso oficial sus movimientos esconden una extraña sintonía con los de BBVA.
Lo más importante de cara a un posible pacto de ambas entre bambalinas es comprender que se necesitan. Principalmente en el caso de Banco Sabadell. Y, principalmente también, porque no cumple ninguno de los requisitos que son imprescindibles para la banca moderna. Empecemos por el primero, la rentabilidad. Una buena definición de dicho concepto es la de «la relación existente entre los beneficios que proporciona una determinada operación o cosa y la inversión o el esfuerzo que se ha hecho. Cuando se trata del rendimiento financiero, se suele expresar en porcentajes».
La parte final es clave. En el caso de las entidades, una de las ratios más importantes que tienen es el llamado ROE (retorno del capital, por sus siglas en inglés) que hace referencia a la verdadera rentabilidad de un banco. En el caso de la entidad que preside Josep Oliu ha sido sistemáticamente baja en los últimos años. Pero ese no es el mayor problema. Lo peor es que las estimaciones de la firma catalana apuntan a que se mantenga muy reducido en los próximos años.
LAS LIMITACIONES DE BANCO SABADELL: POCO RENTABLE, TAMAÑO MEDIANO Y SIN FEUDOS GEOGRÁFICOS
De hecho, el Plan Estratégico presentado hace meses situaba el ROE en un escaso 6% para 2023. Un problema por dos razones. La primera, porque una rentabilidad tan baja destruye valor para los accionistas al situarse por debajo del coste de capital (que está en torno al 10%) que mide el rendimiento mínimo que se le exige a una inversión. La segunda se debe a que, en un entorno tan altamente competitivo, con las fusiones de sus competidores y la entrada de nuevos actores financieros, perder dos años para ni siquiera recuperar un nivel de rentabilidad óptimo es quedarse en una clara desventaja.
Ese último punto es quizás el más importante, ya que enlaza con el segundo pilar en el negocio bancario: el tamaño. En la actualidad, la escala se puede alcanzar por dos caminos. El más tradicional es el volumen de activos como medida representativa del negocio. Así, Banco Santander es el banco más grande de España porque es el que más activos a nivel global mantiene en balance superando los 1,1 billones de euros. El más novedoso es el de valorar una compañía por el número de clientes que posee. De hecho, N26 o Revolut tienen grandes valoraciones pese a que sus estados financieros todavía son muy pequeños.
Banco Sabadell, por su parte, está en una situación intermedia. La firma catalana no es la más grande, aunque tampoco es pequeña. Una situación de indefinición que le impide ser muy representativa en algún área geográfica concreta. De hecho, algunas más pequeñas tienen más poder como Unicaja en el sur (y algunos reductos del norte) o Ibercaja con Aragón.
TORRES Y GENÇ OBLIGADOS EN BBVA
BBVA, por su parte, tampoco lo tiene mucho mejor. Su estructura es más grande que la de Banco Sabadell, pero en los últimos años no ha conseguido recortar diferencias con Banco Santander. Además, se ha quedado por detrás de la nueva Caixabank. De hecho, la brecha en el caso del territorio español es muy abultada. Un escenario que perturba tanto al presidente, Carlos Torres, como al consejero delegado, Onur Genç. De hecho, una de las características claves que han puesto sobre la mesa a la hora de crear una estrategia a futuro es la de poder “alcanzar posiciones de liderazgo”.
Una premisa que en España no ha hecho más que empeorar. En primer lugar, y más evidente, porque la unión de Caixabank y Bankia ha generado un gigante que prácticamente domina en casi cualquier geografía de España. Hasta el punto, como ocurre con Sabadell, de que BBVA es la tercera firma en cuota de mercado en prácticamente todas las comunidades autónomas. Una característica que enlaza a su vez con el segundo elemento problemático que tiene Torres sobre la mesa: la baja cuota de mercado que mantiene el banco bilbaíno respecto a su tamaño.
BBVA es la segunda entidad por volumen de activos en el territorio español, pero es la tercera en cuota de mercado, por detrás de Banco Santander. Un hecho que se explica por el enorme volumen de activos ligados al sector público que atesora el banco presidido por Torres. En cuanto a las cifras, la diferencia está alcanzando un punto importante. Por un lado, porque la brecha es sustancial con Caixabank en un 25%, Santander un 17,5% y BBVA apenas un 13,3%. Por otro, porque el porcentaje de mercado de la entidad bilbaína ha caído casi en 300 puntos básicos en apenas cinco años.
ESPAÑA ES FUNDAMENTAL PARA AMBOS
Los problemas de ambos en su encaje en España son importantes por la dependencia que tienen del mercado nacional. Para Banco Sabadell, el negocio español supone la práctica totalidad de sus beneficios. No solo ahora, sino también durante los últimos años. Además, el intento por diversificar que inició en 2014 con la compra de TSB ha acabado dándoles más dolores de cabeza que alegrías. De hecho, a finales del año pasado se intentó su venta y a medida que el valor de la filial británica despegue, como ya está ocurriendo, podría intentar volver a colocarlo en el mercado.
En el caso de BBVA esa dependencia al mercado español se ha exacerbado en el último año. La venta de su filial estadounidense, Compass, ha descompensado su balance dando demasiado peso a economías emergentes como México y Turquía. Ambas regiones pueden ser muy rentables, con unos tipos de interés elevados, pero también son inestables políticamente, lo que castiga al banco en forma de costes más altos por la depreciación de la moneda o el coste del riesgo. El territorio nacional es vital para lograr un equilibrio, pero sin un mayor porcentaje de negocio (ni una posición clara de liderazgo) se antoja muy difícil lograr ese objetivo.
Por todo ello, la fusión (o más bien adquisición) tenía mucho sentido cuando se lanzo la idea hace un año. Pero en este tipo de negociaciones no todo se mide en el tema de negocios, también debe haber un equilibrio en forma de poder (los bancos siguen siendo el epicentro del poder) y remuneración para los accionistas. También, por último, que las entidades implicadas estén en sintonía y con los deberes hechos. El problema que hubo el otoño anterior fue que todos esos extras no estaban ni mucho menos cerrados. Principalmente el precio.
UN EXTRAÑO BAILE ACOMPASADO DESDE LA DISTANCIA
Ahora, todos esos detalles que iban más allá del negocio parecen que se han ido limando. De hecho, BBVA y Sabadell parecen ejecutar una especie de danza que podría llevarles de nuevo a explorar un camino conjunto. Primero es la proactividad de la entidad vasca. Tanto Torres como Genç han repetido en los últimos meses que el banco está buscando activamente ejecutar una operación inorgánica. “Dentro de 3 a 5 años, veremos un BBVA más grande, con más clientes”, explicaba el consejero delegado recientemente en una conferencia organizada por Bank of America.
Hay que recordar que Torres solo quiere ejecutar compras allí donde pueden ganar una posición de liderazgo. Otra pista más. El segundo movimiento conjunto es el de cómo han ejecutado el cierre de oficinas. Sabadell ha tenido que hacer un recorte más brusco, por su baja rentabilidad, pero es curiosa la disposición geográfica. BBVA ha centralizado su recorte, casi el 50% de los cierres de oficinas, en Cataluña, donde Banco Sabadell es más fuerte. La firma que preside Oliu, por su parte, ejecutará mayores recortes (en porcentaje) en Guipúzcoa o Vizcaya.
Ambos han reducido el impacto de sus recortes en Madrid, donde podrían competir, y mantienen suficiente fuerza en Cataluña para doblegar a Caixabank. Por último, Sabadell se quejó amargamente entre bastidores porque la operación primeramente ideada se hizo de forma muy rápida y con muy poca capacidad de reacción. Muy poco margen y un precio de derribo, por sintetizarlo. Pero ahora esa parte también es diferente, tanto en los equipos de negociación como el precio (o canje) que recibirían los accionistas de la firma catalana.
NUEVOS EQUIPOS PARA NEGOCIAR UN PRECIO MÁS ACORDE
Empecemos por el primero: los equipos de negociación. El cambio más importante ha sido, sin lugar a dudas, la salida de Jaime Guardiola y la entrada de César González Bueno. Un perfil más digital que tiene la misión imposible de volver más ‘en línea’ a un banco que ha rechazado sistemáticamente las inversiones en tecnología por falta de capital. Pero en la entrañas de BBVA, que se le ve como culpable de que la operación no se cerrase, los cambios han sido mayores. La más importante fue la salida de la mano derecha de Carlos Torres, Ricardo Forcado, que era uno de los hombres fuertes en materia de negociación.
También se ha relevado al que era director financiero, Jaime Sáenz de Tejada, y han llegado a Madrid dos nombres que apuntan alto: José Luis Elechiguerra y Javier Rodríguez Soler. Ambos han estado detrás de algunos de los movimientos más importantes ejecutados por el grupo, como la venta de Compass, y ahora podrían tener un papel relevante en unas futuras negociaciones. También habría dado tiempo a Peio Belausteguigoitia, country manager en España, a asentarse en su puesto.
La danza acompasada entre BBVA y Sabadell les acerca más que nunca
Por último, el precio. Banco Sabadell se ha prácticamente doblado respecto al precio que mantenía cuando se iniciaron las negociaciones. Por su parte, el incremento de BBVA, aunque importante, ha sido más modesto. Ese aspecto parece poco importante, pero es vital a la hora de ejecutar un canje de acciones para una posible fusión y/o adquisición porque da más beneficios a los accionistas del banco. Un apartado que fue vital para romper las negociaciones pasadas.
En definitiva, la danza acompasada entre BBVA y Sabadell les acerca más que nunca. La unión siempre ha tenido sentido estratégico y de negocio, pero ahora, además, se le puede añadir una valoración más acorde, nuevos equipos de negociación, unas estructuras más saneadas y equivalentes, y una posición de capital holgada. Por ello, quizás pronto tengamos noticias de una reactivación de la relación. Más les vale no despistarse o acabaran engullidos por otros peces que se están haciendo mucho más grandes.