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Las reservas de gas natural en España sin utilizar cubren décadas de demanda

Pedro Ruiz| 7 de marzo de 2022

‘Fracking no’ fue uno de los slogan que inundaron España hace cerca de una década. También fue el soterramiento de una alternativa a la dependencia energética del país. Y es que los avances tanto en la industria como en la tecnología para extraer gas y crudo no convencional ofrecían una oportunidad histórica para el gas natural en España. De hecho, el aprovechamiento de esos desarrollos mutaron a EE.UU. de ser el país más importador al segundo más exportador del mundo. Ahora, en plena guerra en Ucrania y su efecto sobre los precios energéticos muchos se acuerdan de aquellos días.

Más si cabe, cuando las reservas que albergaba el país cubría la demanda de varias décadas. Al menos, eso es lo que estimó el Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas hace años, en un estudio realizado con la colaboración de otros muchos actores. “El presente informe, es fruto de la participación de numerosas entidades y colectivos, procedentes de ámbitos tan dispares como son: universidad, sindicatos, administraciones públicas, empresas y organizaciones empresariales”, explicaba en su estudio titulado Gas no convencional en España, una oportunidad de futuro.

Obviamente, España no podía igualar a potencias como EE.UU. u otras, pero si contaba con un cierto atractivo. Por ejemplo, el informe de Consejo citado explicaba que “un hecho que avala el potencial exploratorio español es el reciente y notable interés de las compañías nacionales y extranjeras en adquirir nuevo dominio minero en nuestro país”. Y es que durante algunos meses se dispararon las peticiones de permisos para la prospección de recursos no convencionales. Un interés que no “se había visto desde los años setenta” recalca el informe emitido hace más de una década.

 

LAS RESERVAS DE GAS NO CONVENCIONALES 

Pero en ¿qué consisten esas reservas que señalaba el informe? En aquel momento los yacimientos no convencionales que se buscaban era de cuatro tipos: shale gas, coal bed methane, tight gas y gas de hidratos. Entre ellos, el primero es el más importante con diferencia, también ha sido el game changer en la industria energética en EE.UU., por ejemplo. La clave es que a través de unos tratamientos se podía lograr que esas reservas terminaran por convertirse en gas natural. Un avance que vino, además, que se popularizó en la última década, gracias a los desarrollos, y que es lo que llevó a que muchas compañías y países se interesasen por ello.

Así, para el caso de España el informe del Consejo señalaba que “las perspectivas de la existencia de shale gas en España, evidentemente, son más modestas que las de Estados Unidos. Las principales áreas prospectivas se localizan en las cuencas Vasco-Cantábrica, Pirenaica, Ebro, Guadalquivir y Bética”. Algunas de ellas contaban con muy buenas perspectivas, gracias a su ya conocido pasado carbonífero. “Se trata fundamentalmente de formaciones geológicas que tradicionalmente eran investigadas por su interés como potenciales rocas madre, generadoras de hidrocarburos”, apuntaba el estudio.

Con ello, el interés por intentar convertir aquellas zonas en áreas de extracción de gas comenzaron a coger fuerzas. Así, por ejemplo, los permisos de explotación solicitadas al Ministerio de Industria se multiplicaron por tres solo en 2011. Además, las compañías privadas interesadas presentaron proyectos muy ambiciosos. De hecho, las compañías comprometieron programas muy amplios de investigación y prospección de hidrocarburos, que incluye trabajos de gabinete, adquisición sísmica y la perforación de sondeos exploratorios, con el objetivo de valorar el potencial existente.

 

LA PRESIÓN SOCIAL Y POLÍTICA ACABARON CON EL GAS NATURAL EN ESPAÑA

Pese a ello la realidad es que aquellos proyectos no siguieron el recorrido que en otros países. Y el problema no fue tanto no encontrar reservas como las dificultades políticas que se pusieron a todos esos proyectos. Al fin y al cabo, las esperanzas de las reservadas esperadas no eran tan grandes, aunque sí suficiente para cubrir parte de la demanda de gas del país durante décadas. Pero no se quiso ver así y desde el primer momento se pusieron muchas trabas. “Las compañías no han podido desarrollar sus planes de labores con normalidad, dentro de los plazos establecidos por la vigente Ley de Hidrocarburos. Pese a estar haciendo prácticamente todas las inversiones exploratorias”, exponía el informe.

Los problemas venían por dos lados. Uno era la presión social por los movimientos, principalmente, creados contra el fracking. De hecho, el citado informe recuerda que en España se organizaron “movimientos sociales en contra del uso de la técnica del fracking por miedo a sus potenciales impactos sobre la salud humana y el medio ambiente”. Una presión que tuvo un efecto contundente y es que se paralizaron la gran mayoría de los permisos y los ya concedidos se revocaron por la petición de las propias compañías. Al final, ese descontento popular orquestado por un grupo específico político influyó en el resto de administraciones públicas.

Al final, ni si quiera los primeros proyectos de exploración, para comprobar las reservas verdaderas sobre los terrenos ya estudiados, se llevaron a cabo. En ese momento se enterraron las esperanzas de España de una menor dependencia energética del mundo. A día de hoy, con los precios energéticos desbocados mucha gente se acuerda de aquellos días en los que se podía haber cambiado algo. No fue así. Tampoco en el resto de Europa, por ejemplo, en Polonia un país con un gran potencial.

Lo más curioso de todo es que aquellos abanderados del ‘No al fracking’, y a las reservas de gas natural en España, también son lo de ‘Nucleares no’ y ahora aquellos que dejan entrever que el rendimiento de Ucrania (y no hacer nada ante el terrible ataque de Vladímir Putin) es la mejor opción. Quizás demasiadas coincidencias una vez se ha terminado por descubrir lo que realmente ha estado pasando.

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