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El arte de convertir el CO2 en roca

Pedro Ruiz| 21 de julio de 2022

El pasado 9 de abril, Climeworks, una firma especializada en la captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CO2), recaudó hasta 650 millones de dólares. Se trata de la cifra más alta recaudada por ninguna otra compañía del sector y entre los inversores sobresalían algunos gigantes como Partners Group, Baillie Gifford o Swiss Re.

Climeworks es reconocida porque actualmente gestiona la instalación de captura directa de carbono del aire más grande del mundo, situada a las afueras de Reikiavik (Islandia). La planta arrancó a mediados de septiembre del año pasado y es capaz de capturar hasta 4.000 toneladas de CO2 al año. Una cantidad que espera multiplicar por diez en su próxima gran planta.

Una necesidad que es vital para la industria. Al fin y al cabo, la escala de las instalaciones, hacerlas cada vez más grandes, es una parte imprescindible para poder reducir los altos costes que todavía tiene secuestrar una tonelada de dióxido de carbono. En el caso de la megaplanta islandesa de Climeworks, el gasto es de unos 600 dólares, y aunque la firma vende paquetes de compensación por unos 1.200 dólares por tonelada, con los que gana dinero, la idea central es reducir drásticamente esas cifras.

De hecho, su gran competencia, Carbon Engineering (que cuenta con el respaldo de Bill Gates) puede reducir esa cifra (o eso dice) hasta los 94 dólares, aunque ahora está por encima de los 230 dólares. Para ello, la compañía utiliza un complejo ideado por David Keith, de Harvard, que consta de cuatro pasos: primero, se canaliza el aire hacia una losa de plástico, donde el CO2 reacciona con hidróxido de potasio. La solución se filtra y se mezcla con hidróxido de calcio. Ese paso, devuelve el hidróxido de potasio al principio, mientras que el dióxido se convierte en gránulos de carbonato de calcio que más tarde se calcinan. Una vez quemado, se obtiene el dióxido puro.

 

Las cuentas de los organismos internacionales para mantener el cambio climático bajo control para 2050 requieren eliminar miles de millones de toneladas de CO2 de la atmósfera.

 

Una de las claves del proceso es que ese CO2 se puede utilizar para otros usos, lo que hace más rentable el sistema. En especial, el dióxido se convertiría de nuevo en combustible, ya que existe la tecnología para ello. Aunque el problema es que volvería a reiniciar el ciclo, con lo que sería una tecnología de ‘cero carbono’ y no restaría CO2 de la atmósfera. Un contratiempo, ya que las cuentas de los organismos internacionales para mantener la temperatura por debajo de los 1,5 ºC extras para 2050 requieren eliminar miles de millones de toneladas de dicha sustancia de la atmósfera.

Por ello, los planes de Climeworks están atrayendo financiación. La firma utiliza una tecnología diferente a la de su competidor. En concreto, la compañía ha desarrollado unos filtros químicos que atrapan el CO2 del aire, al igual que un imán atrae al hierro. Posteriormente, se calienta a una gran temperatura generando una corriente de gas que se entrega a otra empresa, llamada Carbfix. Finalmente, esta última lo mezcla con agua y bombea el agua carbonatada resultante al lecho rocoso. En Islandia, se compone casi en su totalidad de basaltos volcánicos, que contienen minerales que reaccionan con el dióxido de carbono para formar carbonato de calcio, un cristal blanco que es el ingrediente principal de la piedra caliza.

Las dos compañías, junto a Global Thermostat (la tercera en discordia), son la gran esperanza en el campo de la captura y almacenamiento de CO2. Un elemento imprescindible para hacer del mundo un lugar más sostenible, aunque los retos que tienen por delante todavía son abrumadores.

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