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Mario Casas: «Siempre he querido trabajar con Almodóvar»

Jesús Casañas| 22 de julio de 2023
Mario Casas
(c) Gtres

 

 

Mario Casas, el mayor de cinco hermanos, dejó su Barcelona natal al cumplir la mayoría de edad para perseguir su sueño: ser actor. Lo alcanzó con creces. Su fichaje en Los hombres de Paco le puso en boca de todos, y taquillazos como Fuga de cerebros, Mentiras y gordas y, sobre todo, Tres metros sobre el cielo, le encumbraron a la fama nacional. Su objetivo  desde entonces ha sido no encasillarse en el estereotipo de chico guapo para adolescentes.

Con No matarás (2020)  recibió el reconocimiento de la profesión, consiguiendo el Premio Goya, el Gaudí y el Fotogramas de Plata al mejor Intérprete masculino. Ahora se atreve a pasarse al otro lado de la cámara con Mi soledad tiene alas (en cines el 25 de agosto), drama protagonizado por su hermano Óscar en el que debuta como director y guionista.

 

Tu relación con el mundo audiovisual comienza haciendo anuncios. ¿Aspirabas ya a ser actor por aquel entonces?

Sí, empecé bastante de niño, con 10 u 11 años, haciendo publicidad. Lo típico: una amiga de mi madre que sus hijos hacían ‘publi’. Creo que lo primero que hice fue Scalextric; fui y me pillaron. Lo he llevado siempre dentro. Me gustaba el teatro en el colegio, hacer el payaso en casa, crear personajes… Cuando vivía en Barcelona, donde hacía publicidad, siempre había intentado hacer pelis y nunca me habían pillado.

Al final, mi primera película fue con 18 o 19 años, con Antonio Banderas: El camino de los franceses. Con esa edad me fui de Barcelona a Madrid a estudiar interpretación, y ahí empecé con mis pasos más serios dentro de la industria. Los chavales de niños iban a jugar al fútbol o a dar clases de lo que fuera, y a mí me llevaban a hacer castings, ‘publis’, sketches de Cruz y Raya… Siempre me ha gustado interpretar.

 

La primera aparición televisiva fue en la serie Obsesión, de La 1 (2005). Luego ya consigues papeles protagonistas en SMS (2006) y Los hombres de Paco (2007). ¿Fue en aquel momento cuando te profesionalizaste como actor?

Hice Obsesión con 19 años o así. Sueñas con ser actor, trabajar, hacer pelis, pero al final del día eres joven y no sabes lo que quieres exactamente. Había algo de juego a la vez, aunque era muy profesional y me lo tomaba muy en serio. Hasta que no pasan los años, te vas haciendo un poco más mayor y has hecho algunos trabajos, no eres consciente de lo que estás haciendo. De la magnitud que tienes si trabajas y si te esfuerzas, en lo que se puede convertir tu carrera hasta lo que es hoy, con 36 años que tengo. Es un proceso vital.

 

 

«SIEMPRE ME HA GUSTADO INTERPRETAR»

 

 

Cuando llega la película que comentabas, El camino de los ingleses (2006), de Antonio Banderas, ¿qué sentiste al verte en la gran pantalla?

Ya no es verte en la gran pantalla. Fue el proceso, el casting… Era uno de los primeros que hacía para una película, sabía que era para Antonio Banderas, era su segunda peli. De repente fue mucha emoción, era un sueño poder estar en una película así, llena de gente joven. Lo más bonito fue que él nos llevó a Málaga para seguir con el casting. Había varios actores para cada personaje, nos invitó a su casa, estuvimos un fin de semana ahí. Él me escogió, me regaló el personaje. Aparte de verse en la pantalla de cine, fue la experiencia vital de haber hecho una película, ahí te das cuenta de que has hecho lo que habías soñado.

Para esto había ido a Madrid, esto es por lo que estoy luchando. Fue una manera de darme cuenta de lo que quería hacer y de la magnitud que tiene el cine, que ya no eran las series que yo había hecho sino el cine, con lo especial que es. Y además de la mano de Antonio, que nos hicimos muy amigos. Compartir ese viaje con él y aprender tanto, ahora para Mi soledad tiene alas ha sido uno de mis grandes referentes. Por cómo trabaja, cómo llevó el set de rodaje, cómo ensayó con nosotros, cómo estar en un set…

 

Luego llegan los taquillazos Fuga de cerebros y Mentiras y gordas (2009 ambas), y en 2010 Tres metros sobre el cielo. ¿Fue ese el antes y el después, el punto de inflexión en tu carrera?

Empieza con Los hombres de Paco un poco, que era una serie con mucho éxito. Yo entré después, la serie no sé si llevaba una o dos temporadas. Michelle y Hugo eran como la pareja de España, y yo me metía allí entre ellos. Mediáticamente me hice más conocido, pero sí es en Tres metros sobre el cielo cuando mi carrera y mi figura como actor cambian. Sobre todo ante un público más joven, adolescente, veinteañero. Parecía complicado tener ese éxito en una peli más de corte adolescente. Gracias a ello, muchos muy buenos directores como Álex de la Iglesia, Alberto Rodríguez o Marcelo Piñeyro me empezaron a llamar. Mi carrera cambia en lo profesional y en lo mediático.

 

¿Cómo gestionaste el salto a la fama, verte tan expuesto de repente?

Eres joven, de repente la gente te conoce, te para por la calle… En aquella época eran autógrafos, todavía no eran fotos. Pero empiezas a notar como que sí, que la gente realmente te conoce por tu trabajo. Tu vida cambia radicalmente, más con el boom que fue Tres metros sobre el cielo, con un público además bastante joven. Uno cuando es más niño le es complicado entender qué es exactamente lo que está sucediendo.

Gracias a mi familia más cercana, a mis hermanos, me han ido recordando para qué está uno aquí, e intentar tener siempre los pies en la tierra lo máximo posible. Era lo más importante en ese momento, con esa edad que tenía. Sobre todo centrarme aún más en mi trabajo. Siempre he trabajado mucho desde niño, pero sigo enfocado en ese lugar, en no perder la oportunidad de algo que me han regalado, de un tren que pasa; subirme a ese tren y seguir esforzándome con personajes distintos que nada tienen que ver los unos con los otros, que es una de las cosas que más me han gustado e intento seguir haciendo como actor.

 

Mario Casas (centro) junto a los protagonistas de Mi soledad tiene alas, Candela González (izquierda) y Óscar Casas (derecha).

 

 

En 2013 te ficha, como comentabas, Álex de la Iglesia para Las brujas de Zugarramurdi. Después, habéis repetido en Mi gran noche (2015), El bar (2017)… ¿Se puede decir que eres un ‘chico de la Iglesia’?

Podría decir que sí, él siempre ha contado conmigo desde Las brujas. Siempre confió en mí, me decía que tenía una vis cómica que tal vez no estaba tan explotada; él, por algún personaje que hice de más joven, lo pudo intuir. Este tipo de comedia explosiva no es fácil, porque al final la comedia es compleja, pero este tipo de cine de Álex lo entiendo muy bien, él me dejaba volar con los personajes.

Me dejaba construirlos, después lógicamente me iba guiando y ayudando, pero me daba muchas alas para poder componer y crear personajes locos desde la comedia. Entendimos muy bien la manera de ser de cada uno. Ha sido alguien muy recurrente en mi carrera y además hace cosas muy buenas. Al darme esos personajes dentro de la comedia me ha podido introducir mucho más en ese género, y otros directores han querido contar conmigo para poder hacer este tipo de cine.

 

 

«UNO DE MIS SUEÑOS SIEMPRE HA SIDO TRABAJAR CON ALMODÓVAR»

 

 

Sí, además de los directores que has comentado, también está Paco Cabezas: Carne de Neón, en 2011, y Adiós, en 2019. ¿Algún director (o directora) con el que todavía no hayas trabajado y ‘le tengas ganas’?

Pues mira, justo ahora a uno que le tenía muchas ganas y he empezado a grabar con él el pasado 29 de mayo es Rodrigo Cortés. Hay directores que me parecen interesantes y con los que nunca he tenido la oportunidad, como Rodrigo Sorogoyen. O un mítico como Almodóvar; uno de los sueños siempre ha sido tener la oportunidad de trabajar con él, es el director de nuestro país. Es una asignatura pendiente.

 

Y en 2019 ruedas junto a Óscar Casas la serie Instinto, que ya nos lleva a Mi soledad tiene alas. ¿Cómo es trabajar con tu hermano?

Muy bien. En Instinto hace un personaje increíble, complicadísimo, y se atrevió. Había ya una admiración por el talento que tiene mi hermano pequeño. Sé la disciplina, su trabajo… es casi más obsesivo que yo. Pero es cierto que en todos los trabajos que ha ido haciendo ha sido más trabajo de composición, de máscara, de personajes que había que construir muchas veces desde la forma. Es por eso que cuando escribo Mi soledad tiene alas el primero en el que pienso es en Óscar.

Tenía que ser él, quería dirigirlo a él, creo que es un experimento bastante curioso poder dirigir a mi hermano pequeño. La peli que le ofrecía es más naturalista, más costumbrista, tenía que crear un personaje desde la verdad absoluta, desde dentro de él, sin crear desde lo físico, desde la forma. Aunque adelgazó mucho: le pedí yo que adelgazara y se rapara… pero es algo normal, no estás creando algo que de repente te saque de Óscar. Al final es él, sus entrañas, construir un personaje desde ahí, desde su sensibilidad, desde sus miedos y sus inseguridades; sacar todo eso fuera y construir a este personaje.

 

Si quiere leer la entrevista completa, pida la revista Influencers en su quiosco.

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