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Ainhoa Arteta: «Es un milagro estar viva»

Ana Matías| 19 de julio de 2023

Ainhoa Arteta

 

Ainhoa Arteta (Tolosa, 1964) es la soprano por excelencia más querida de nuestro país, con una influencia que alcanza el alma de las personas más allá de lo que muchos creen –incluida ella misma–. Por todo ello, el pasado 1 de junio recibió el premio Influencers, el último de su gran vitrina de galardones obtenidos a base de esfuerzo y sacrificio a lo largo y ancho de este planeta. Su voz, sin embargo, trasciende al mundo.

Ainhoa Arteta Ibarrolaburru nació en el corazón de una familia vasca tradicional. A los 6 años, su padre le hizo el regalo que despertó su vocación y un talento que ya intuían cuando, en el coche familiar, una pequeña Ainhoa hacía las voces de todas las cintas que ponían sus padres en los largos viajes de antes. Este regalo no fue otro que un disco de la gran María Callas interpretando Carmen, de Bizet, una de las grandes óperas que conformaban su extensísimo repertorio.

Un día, estando en la salita del tocadiscos, su madre pudo ver “por una rendija” cómo la pequeña cantaba “no solo la voz principal del disco, sino la de todos los roles”. Fue entonces cuando su padre, formado en música clásica tras su etapa de seminarista, creó el coro Eresoinka en su localidad natal con su hija y otros alumnos y alumnas con los que aún hoy la artista sigue manteniendo una amistad hermana. Pero su voz pronto despuntó sobre todas las demás «porque además era hija del director y no podía fallar una”, admite entre risas, en una época en la que en España aún quedaba mucho por avanzar. En ese momento, la escuchó un maestro, pero no uno cualquiera: “A través de un director de orquesta, que se llamaba Jack Bozner, contactamos con Ettore Campogalliani, que había sido el coach y correpetitor de Pavarotti y de [Mirella] Freni, en Italia, para que viese si esto era una fantasía o realidad”. Era lo segundo, con unas facultades fuera de lo común.

 

SU ETAPA EN NUEVA YORK

Tras esto, se trasladó a Mantua (Italia) con el maestro para seguir formándose, ya consciente de su potencial hasta que, cinco años después, este le dijo: “Es hora de que des el salto” para afianzar la técnica lírica; le recomendó a otro maestro en Nueva York y el resto es historia. Ella es una de nuestras más grandes divas de la voz en el término siempre positivo que debemos reivindicar. Seria y noble al mismo tiempo, generosa, tolosarra hasta la médula, con talento, humildad y esfuerzo, a pesar de los obstáculos, ella sola se ha ganado el respeto y la admiración de toda la profesión.

Tan solo los prolegómenos de una enfermedad cuyas consecuencias casi la dejan sin voz, pudieron trastornar momentáneamente la carrera de esta artista, trabajadora incansable a pesar de las dificultades —con razón la llaman ‘Lady Corcho’—, que ahora nos brinda el inmenso honor de poder entrevistarla entre ensayo y ensayo de Carmen, su sueño hecho realidad después de que su padre le regalara aquel disco de la infancia, una bonita casualidad de su regreso que podrá ver el progenitor. Aun así, no fue aquella la lección más poderosa que le enseñó.

A lo largo de sus más de 30 años de trayectoria, Ainhoa aprendió desde muy joven la importancia del espíritu de sacrificio transmitido por su padre. Hoy encara el futuro con la alegría que otorga la salud restaurada, con mucha ilusión y un nuevo proyecto que la devuelve a las raíces de su gran pasión: poder cantar.

 

En primer lugar, cuéntanos, ¿qué tal estás?

Estoy en un momento muy feliz porque al fin mi voz está estructurada, que era lo que más me preocupaba de todo lo que me ha pasado, por lo que vocalmente ya estoy recuperada y en mi rumbo normal de carrera. Ahora tengo otras cosas que tengo que continuar con la mano [tuvieron que amputarle varios dedos], me tengo que rehabilitar, operarme quizá, pero bueno, son cosas para mí secundarias. Me encuentro muy bien y, sobre todo, contenta de saber que ya mi voz está respondiendo como yo quería.

 

A mediados de 2021 sufriste una sepsis cuyas consecuencias te impidieron cantar, pero ya has vuelto. ¿Cómo es tu día a día hoy?

Mi día a día hoy es seguir mi hoja de ruta de trabajo, que es bastante empeñativa, pero eso nunca me ha dado  miedo. Tengo la gran suerte de estar enamorada de mi oficio, por eso lo he pasado mal cuando he visto que me era imposible trabajar y ahora lo aprecio todavía más. Normalmente me levanto sobre las 10, estoy bastante en silencio, estudio y a media tarde es cuando vocalizo. Suelo estudiar más por la noche porque nosotras, las personas del espectáculo, normalmente nos activamos mucho más en la tarde-noche, también porque nuestros shows son más entonces, así que tengo ese biorritmo, pero si un día me tengo que pegar el madrugón me lo pego, igual que todo el mundo.

 

 

«Cantar es volver a poner en marcha todos nuestros músculos de voz de alerta»

 

 

Volviendo a tu historia, ¿cómo fue la experiencia en Nueva York? ¿Recibiste alguna ayuda?

Fue difícil, pero, como digo yo: “Dios aprieta, pero no ahoga”, y la vida no es fácil para nadie. Estando en Nueva York, un compañero que también iba a clases allí, me comentó que daban una beca a los americanos. Consistía en un concurso en el que escogían a una persona entre 2.000 para darle la ayuda. En ese momento, yo no sabía inglés, pero él me dijo: “Yo me he apuntado, ¿te apunto?”. Y le dije que sí, aunque solo fuese por apuntarse. Pero entonces me llamaron para la primera audición, me volvieron a llamar y, al final, gané ante 2.000 aspirantes de todos los países del mundo, incluidos americanos.

Para mí aquello supuso cinco años de formación en el Actor’s Studio, cinco años de aprendizaje con los mejores profesores de dicción, desde Franco Corsaro a Franco Corelli, gente que ya había hecho la profesión. Ganando esta beca entré en una escuela muy exclusiva, éramos solo doce cantantes, de esos doce creo que solo dos hemos hecho carrera; era una buena criba.

 

¿Cómo cuidas tu voz?

La voz es un instrumento que vive en tu cuerpo y es el único instrumento vivo que existe. Cuando más vas conociendo tu cuerpo, más conoces también tu voz. Y a todos los cuerpos no les sienta bien lo mismo, pero cuando tienes técnica puedes pasar por momentos muy estresantes, duros o difíciles y poder cantar, que es lo que yo perseguía y lo que al final conseguí para poder ser profesional de élite. De hecho, somos como los deportistas de élite, yo me considero una deportista de la voz. Todos los días tenemos que trabajar la musculatura y la respiración, sobre todo a raíz del covid. Después de la pandemia se han retirado muchos cantantes porque afectó mucho a la capacidad respiratoria. Yo me forzaba a mí misma a hacer respiraciones, técnicas para que los pulmones busquen el sitio y poder tener mayor capacidad, todos esos músculos que perdemos cuando nos hacemos mayores. Cuando un niño nace, se le oye en cualquier sitio.

 

¿Por eso gritan tanto?

No es que griten, es que tienen la voz colocada porque ellos respiran bien. Cuando pasamos de la voz de alerta, de la que se nos tiene que oír, a la voz hablada, es cuando necesitamos menos aire y es ahí cuando se nos empiezan a atrofiar músculos que no utilizamos. Entonces, cantar es volver a poner esos músculos en marcha y utilizar toda la capacidad torácica y pulmonar, y luego además saber administrarla bien. Es una técnica, yo llevo 35 años en la profesión y todavía todos los días aprendo algo nuevo y sigo estudiando. Cada uno, al final, tiene que observar su propio cuerpo.

 

 

«En España nos falta una Ley de Mecenazgo»

 

 

De hecho, en alguna ocasión has mencionado que no puedes ahorrar porque estás en continua formación, ¿cómo es la preparación de una soprano? ¿Es un aprendizaje continuo?

Incluso ahora, cuando haces una ópera como cantante, sale a déficit, normalmente. En las óperas se trabaja durante mucho tiempo y, si tienes solo dos funciones, igual has estado trabajando un mes y medio, pero lo que cobras son dos funciones para las que además tienes que pagar los extras como la estancia, el viaje… y luego hay muchas cosas que se recortaron con el covid que no han vuelto a recuperarse. En definitiva, es una profesión que te tiene que gustar de verdad porque esto no se hace por dinero, se hace por pasión. Porque si fuera por dinero me hubiera hecho notaria o no sé, otro tipo de profesión [Risas].

 

 

¿Cómo ha cambiado la profesión desde que tú comenzaste?

Ha cambiado mucho de cuando yo empecé la carrera a ahora. Yo venía de América, donde existe una Ley de  Mecenazgo que allí salva muchísimo a los teatros y a la cultura. En España nos falta esa ley, esto lo llevo diciendo siempre porque el Estado puede cubrir ciertas cosas, pero no puede cubrirlo todo. Si se adoptase una Ley de Mecenazgo, siempre regulada, obviamente, podríamos avanzar muchísimo más.

 

También dicen que la ópera es un poco elitista, ¿qué opinas de esto?

No es verdad. Yo tengo otra teoría, aparte de que obviamente hay jóvenes en la Zarzuela y en el Teatro Real, existen entradas baratas en el gallinero. Cuando yo iba al Metropolitan de Nueva York, había entradas por tres dólares, o sea que puedes ir a la ópera por poco y hay programas para que vaya la gente joven, pero yo creo que esa no es la cuestión. Y es que para entrar en la ópera hay que tener ya una cierta madurez, aunque los programas que hacen de llevar a los niños a las óperas, los ensayos generales, están muy bien. No porque luego vayan a venir los niños a la ópera, como sí pasa en Rusia, por ejemplo, pero para sentar las bases de esa madurez.

 

 

Si quiere leer la entrevista completa, pida la revista Influencers en su quiosco.

 

Fotos: OnImage

 

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