Se fue Carlos Ruiz Zafón, ‘El Señor de los Libros’
Carlos Ruiz Zafón, el cinéfilo que se negó a ver sus obras en películas.
19 de junio de 2020.
Por su deseo expreso, no se celebrarán ritos de despedida para Carlos Ruiz Zafón. La muerte debe de ser un paso bien asumido para un escritor romántico que supo sumergirnos en tramas tenebrosas con personajes angélicos. Comenzar a leer La Sombra del Viento era verse inmediatamente atrapado en el universo creado por el barcelonés y su publicación coincidía en 2001 con la elevación a la gran pantalla de otro gran fundador de universos propios: J.R.R. Tolkien y su ‘Señor de los Anillos’.
Pocos autores son verdaderos arquitectos que levanten mundos paralelos. El de Zafón se ancla en una Barcelona reinventada y gótica que es un personaje principal, no un decorado. La misión subyacente de su obra es demostrar el poder de los libros, su capacidad transformadora y profética. Por eso hoy no precisa otro epitafio que dos frases de su novela más famosa: “Cada libro tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron, vivieron y soñaron con él.”
Antes de llegar a ser, como se está diciendo ahora, el segundo autor español más leído después de Cervantes, ya había vendido 300.000 ejemplares de novelas juveniles que publicaba desde 1993 y entre las que Marina (1999) era su preferida, pero La Sombra del Viento rompió cualquier previsión. Stephen King la festejaba así: “Si alguien pensaba que la auténtica novela gótica había muerto en el XIX, este libro le hará cambiar de idea”; el Washington Post: «Todos los que disfruten con novelas terroríficas, eróticas, conmovedoras, trágicas y de suspense, deben apresurarse a la librería más cercana y apoderarse de un ejemplar»; y The New York Times aún más: «Es como si García Márquez, Umberto Eco y Jorge Luis Borges se fundieran en un maravilloso y desbordante espectáculo».
Con semejante bautizo, el libro que inauguraba la tetralogía sobre una biblioteca imaginaria (El cementerio de los libros olvidados) hoy ha llegado a los 15 millones de ejemplares en todo el mundo. Cuando se publicó su continuación, El juego del ángel en 2008, la primera novela ya había superado los diez millones y su carrera continuaba en 2014 al seleccionarla Penguin Classics entre 26 clásicos de la historia de la literatura universal.
El prisionero del cielo (2011) y El laberinto de los espíritus (2016) concluyeron la saga, y entre medias Ruiz Zafón regaló a los lectores una sorpresa propia de creador de laberintos: escogió desvelar en un relato breve publicado en la prensa en 2012 (Rosa de Fuego) el origen del Cementerio de los Libros Olvidados, la oscura biblioteca en la que basó los cuatro libros.
Lo más llamativo de Ruiz Zafón es la radical separación que impone a sus dos grandes pasiones artísticas: el cine por un lado y la literatura (su literatura editada en formato físico) por otro. Empleó lo ganado con su primer premio de literatura juvenil para instalarse en Los Ángeles y vivir de hacer guiones cinematográficos. Mientras, seguía escribiendo obras personales que reconocía elaborar “como se hace una película, en tres fases. La primera es la preproducción, en la que creas un mapa de lo que harás. Luego viene el rodaje: recoger los elementos con los que se hará la película; pero todo es más complejo y hay más niveles de los que habías previsto. A medida que escribes, ves capas y capas de profundidad, y en esa fase empiezo a preguntarme: ‘¿Y si cambiase el lenguaje, o el estilo?‘”.
Conociendo tan bien la mecánica narrativa del cine, Ruiz Zafón eligió ser un ‘Señor de los Libros’ por amor a lo que solo puede expresarse en negro sobre blanco en la edición tradicional de esos objetos tan poderosos a los que su obra rinde homenaje. Se negó mil veces a que su obra se llevara a la pantalla aunque La sombra del viento tiene una clara traducción cinematográfica, considerando que hacer con ella una película sería una «traición redundante y totalmente innecesaria. Es imposible hacer una película mejor que la que uno va a ver cuando empiece a leer la novela».
Por Juan Carlos de Laiglesia
Foto: David Ramos