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Giorgia Meloni, ¿qué puede hacer la mujer que idolatraba a Mussolini?

Pedro Ruiz| 26 de septiembre de 2022

El nombre de Giorgia Meloni había pasado desapercibido hasta la semana pasada. Pero difícilmente volverá a pasar desapercibida en los próximos años. La política italiana acaba de ser elegida para ser la próxima primera ministra del país transalpino, lo que la coloca en el foco público. Aunque no es su posición lo que le llevará a resonar en toda Europa, sino su ideología y sus discursos. Y es que el discurso que le ha llevado hasta el poder nace del fascismo, ahora neofascismo, que parecía olvidado en la región desde la Segunda Guerra Mundial parece haber vuelto con más fuerza que nunca.

“Sí a la familia natural. No al lobby LGTB. Sí a la identidad sexual. No a la ideología de género (…) ¡No a la inmigración masiva! ¡Sí al trabajo para nuestros [compatriotas]! ¡No a las grandes finanzas internacionales! ¡No a los burócratas de Bruselas!”. Esas mismas palabras resuenan por las redes sociales en uno de los discursos más acalorados de Meloni. También uno en los que más claro deja esa tendencia a la ultraderecha de su pensamiento.

Pero tampoco es raro que Meloni haya llegado así al poder. Especialmente, por dos razones: la primera es que desde joven se ha forjado alabando a figuras como Benito Mussolini. Sin ir más lejos, se unió al movimiento Social Italiano neofascista, conocido por elogiar al dictador italiano, con apenas 19 años. Ahora, un tiempo después ya no se reconoce tanto en Mussolini, pero sus nuevos ‘ídolos’ como Viktor Orbán, son igualmente sombríos. La segunda es que la historia suele rimar, que diría Mark Twain, y tras una pandemia y una crisis de precios y abastecimiento, por la ambición política de Vladimir Putin, los votantes suelen ser más radicales.

 

MELONI, UNA ULTRA DESDE MUY JOVEN

Sin ir más lejos, figuras como el propio Mussolini o Hitler crecieron gracias a crisis pasadas. Por suerte, romper con todo ahora no es tan fácil. Meloni y el partido que lidera, Hermanos de Italia, no es el primero que propugna eso de: “¡No a las grandes finanzas internacionales! ¡No a los burócratas de Bruselas!”. Mucho antes, y también nacido de una crisis, el partido de extrema izquierda griego Syriza promulgó esas ideas sin ningún tipo de éxito. De hecho, en las siguientes elecciones terminó diluyéndose como un azucarillo.

Pero si bien es cierto que las estrictas normas de la Unión Europea dejan poco margen a las disparatadas ideas de partidos extremistas, la situación es diferente. También en cierto punto preocupante. Y es que Grecia estaba quebrada y necesitaba de Bruselas para seguir pagando desde las pensiones a las nóminas públicas. Además, no dejaba de ser un país pequeño con muy poca influencia en el extranjero. Italia por su parte es uno de los grandes países de la UE, además de pertenecer, por ejemplo, al G7. 

Y esas preocupaciones políticas no son las únicas. También hay muchas en materia económica. Los banqueros temen que Meloni se enrede con Bruselas, sea blanda con las reformas y pierda el control de la enorme cantidad de deuda de Italia (2,7 billones de dólares, o más del 150% del PIB). Los políticos del partido Hermanos de Italia no tienen experiencia de gobierno (fue fundado en 2012 y obtuvo solo el 4% de los votos en las elecciones de 2018), y su coalición esperada incluirá a los partidos liderados por Silvio Berlusconi y Matteo Salvini, dos hombres poco confiables, además, con un historial de relaciones complicadas con Bruselas. 

 

LOS MUROS DE CONTENCIÓN DE LA NUEVA ITALIA

Además, la propia configuración del Estado italiano, y su relación con la UE, restringe también a Meloni y su partido. En primer lugar, por los roles desempeñados por su presidente elegido indirectamente y el jefe de su tribunal constitucional, un par de centristas impecables. Otras restricciones similares limitarán la cantidad de daño. Por ejemplo, es impensable que pueda abandonar el euro pese a su discurso o al de su próximo socio Salvini, ya que el 71% de los italianos apoya a la moneda local. 

Por último, el compromiso de Meloni ha perdido radicalidad a medida que veía la victoria más cerca. Hace tiempo que se comprometió a seguir el plan de reforma elaborado por sus predecesores y que fue aprobado por la Comisión Europea. Además, Meloni ha declarado que no tiene planes de derogar la Ley del aborto, que existe en Italia desde 1978, y los derechos adquiridos por los homosexuales. El único punto conflictivo será el de lidiar con la inmigración ilegal, pero antes que la italiana ya lo intentó Salvini sin demasiado éxito.

En definitiva, no es demasiado reconfortante ver cómo partidos con un pasado tan turbio llegan al poder. Mucho menos en países que han sufrido tanto por esos mismos discursos y políticas. Pero por mucho que Meloni idolatre en la intimidad a Mussolini, no es ni mucho menos él. Por suerte, las instituciones y la sociedad han avanzado tanto que ni siquiera el propio dictador italiano podría poner y quitar como quisiera. Por último, tampoco conviene pensar en esto como un cambio de paradigma en Occidente (aunque sea algo perturbador) y es que Italia, si es conocida por algo, es por cambiar de políticos casi cada año. 

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