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Nata Moreno: «Vivimos en el lado afortunado del mundo»

Jesús Casañas| 24 de enero de 2024

Documentales, cortometrajes, videoclips, spots publicitarios… Son diversos los formatos que ha trabajado Nata Moreno (Zaragoza, 1979) desde que decidió ponerse detrás de la cámara. Muchos de ellos han estado ligados al violinista Ara Malikian, su pareja sentimental y padre de su hijo Kairo. Su primer largometraje, el documental Ara Malikian: una vida entre las cuerdas (2019), le valió numerosos reconocimientos, entre ellos el Goya y el Forqué. A ellos vuelve a aspirar con su nuevo cortometraje, Madreselva, todo un alegato feminista en formato western con buenas dosis de humor negro y tintes surrealistas protagonizado por Marina Salas, Luis Tosar, Estefanía de los Santos y Vito Sanz.

Estudiaste Arte Dramático e Interpretación en la Escuela de Juan Carlos Corazza de Madrid. Trabajaste como ayudante de dirección y como dramaturga… ¿En qué momento decidiste dedicarte a la dirección?

Cuando me quedé embarazada de mi hijo Kairo, que tiene 9 años ahora, todavía no había dirigido nada. Estando de cinco meses me di cuenta de que no tenía capacidad física para alcanzar toda mi creatividad en la interpretación. No podía subirme al escenario, era complicado. Así que empecé a dirigir primero a compañeros de escuela, preparándolos para pruebas y para castings. Después cogí una cámara y, embarazada de ocho meses, hice mi primer cortometraje, que se llama Selfie, y fue fenomenal. Luego ya empecé a hacer videoclips… Se empezó a lanzar solo, se lanzó a la carretera.

¿Fue ahí cuando montaste tu propia productora, Kokoro Films?

Fue un poco más tarde. Montar una productora es ya cuando lo formalizas, cuando dices: “Bueno, esto parece que puede darme de comer”. En realidad, una puede rodar y hacer cortos sin productora, pero empezó a surgir mucho trabajo y decidí que era una manera de apostar por mí, y apostar por las cosas que quería contar.

Muchos de estos trabajos han estado ligados a tu pareja, Ara Malikian: publis, videoclips…

Sí, claro, para mí fue muy importante toda esa época y esa fase, porque me daba la oportunidad de poder hacer videoclips junto a él. Acababa de empezar, por así decirlo, tenía un bebé muy pequeño y conciliar es casi un milagro, sobre todo si te dedicas a la dirección. Era la manera que tenía de seguirle en las giras, para que siguiéramos todos juntos dentro del circo en el que nos habíamos metido. Y a la vez dije: “Agarra una cámara y rueda, rueda, rueda… a algo te llevará”. Un día me encontré con 79 horas de material en un disco duro y dije: “Aquí hay un docu, vamos a montarlo”.

Fue tu primer largometraje, el documental Ara Malikian: una vida entre las cuerdas. Ganaste el Goya, ¿qué supuso para ti?

Gané el Forqué, gané el Goya, estuve nominada al Platino, gané muchísimos premios en muchísimos festivales, incluso estuve en festivales calificadores de los Oscar… Después vino una pandemia y ahí quedó un poco la carretera, pero para mí supuso dejar nacer a la realizadora. Una cosa es lo que uno hace y lo que uno crea, que eso va a estar contigo toda la vida, pero cuando la mirada externa reconoce el trabajo hay algo que se estabiliza. Dices: “Ah bueno, pues no es mi locura solo, está medio bien lo que está pasando”. A ese documental siempre le estaré muy agradecida, porque no es solo un legado para mi familia y para mi hijo, sino que a mí me encontró como realizadora.

«Los cortometrajes me parecen una vía expresiva muy salvaje»

Tienes ya unos cuantos cortometrajes a tus espaldas: Le chat doré (2016), Al’Amar (2017), El espacio vacío (2020)… Es un formato que históricamente ha tenido poco recorrido comercial. ¿Ha cambiado esto con las plataformas?

Cuando una hace cualquier cosa, si lo que quieres es expresarte y encontrar una vía artística, lo comercial viene después, es un reflejo. Los cortometrajes desde luego que no son una vía comercial a día de hoy, ni muchísimo menos, pero a mí sí que me parecen una vía expresiva muy salvaje. Porque en un corto uno mira lo que quiere mirar, y cuenta lo que quiere contar, precisamente porque no estamos esperando encajar en ningún tipo de exigencia que te pueda poner una plataforma o un productor al uso, o unos resultados de un canal… Esta eres tú, eres la creadora que eres y allá que vas.

Este año presentas uno nuevo, Madreselva. Es una mezcla de géneros (comedia, western…), y también de intenciones (ensayo, tintes surrealistas…). ¿Cómo lo describirías?

El otro día hice un estreno en Madrid y me decían: “Tiene algo como muy aragonés esto” [Risas]. “Como ese humor que tenéis los aragoneses, que ya trabajaba Buñuel, salvando las distancias, esa cosa surrealista…”. Yo, en Madreselva, tenía la necesidad de hablar sobre el deseo femenino en todas sus variables y en toda su amplitud, desde el deseo en acción, el deseo profesional, el deseo de existir, al deseo sexual. Para eso me serví de un western, porque siento que hay cosas que no han cambiado, que estaban en el Oeste y según en qué países del mundo, incluso en el nuestro, no han cambiado. Leí hace unos meses en un libro que cuando una mujer expone abiertamente su deseo sexual, en según qué contextos, queda desprotegida porque empieza el juicio. Se ve a veces como “huy, qué fresca, qué zorra, qué chunga”. Con Madreselva quería investigar eso y quería decir: “Ya basta, nosotras también deseamos”. Y es lícito, y es bueno, así que hice Madreselva, me lo pasé bomba, fue un rodaje maravilloso. Fuerte también, dos jornadas de rodaje con un presupuesto bastante limitado, haciendo milagros, pero con la suerte de tener un equipo maravilloso y unos actores que son un delirio. Con esta gente puedes rodar lo que te dé la gana. Así como en Una vida entre las cuerdas encontré a la realizadora, creo que en Madreselva he encontrado la voz de la realizadora. Hay algo que me ha encantado de probar esa cosa, de saltarme todos los límites, de saltarme incluso el eje, saltarme los géneros y hacer algo que sea expresivo totalmente.

Se lo dedicas “a todas mis hermanas a las que la realidad no les permite atravesar la puerta”. ¿Es una realidad que ves en tu día a día?

Llamo hermanas a todas las mujeres del mundo, a las que la realidad no les permite cruzar la puerta. Y claro que sí, vivimos en el lado luminoso de la realidad, vivimos en este lado del mundo donde, dentro de todo, podemos acceder a las cosas que deseamos incluso en los términos sexuales. Pero hay muchas mujeres que, como dice en el corto la protagonista, dicen: “Tendré una carrera o me montaré una tienda bonita” y les responden: “De eso nada, los locales son de los hombres”. Seguimos viviendo en un mundo donde hay países en los que a la mujer se le sigue dando permiso para coger un avión. Sí que es verdad que a nivel profesional yo tengo compañeros maravillosos, nunca me he encontrado con una traba. Me siento apoyada, me siento cuidada, siento que se respeta mi voz, vivimos en el lado afortunado del mundo.

Se presentó en la 36ª Semana de Cine de Medina del Campo. ¿Qué tal la acogida?

Fenomenal. Fue la primera vez que lo vi en pantalla grande, con público. Cuando escribí Madreselva lo escribí en serio, pero luego en los ensayos me di cuenta de que había mucha comicidad en el texto. Cuando lo vi, vi que la sala, con gente de todas las edades, se partía de risa, me quedé sorprendida. De esto que el material te revela algo que tú no sospechabas, y es fantástico. En ese festival ya se llevó Marina el premio a mejor actriz y luego ya no paramos. Nos fuimos a l’Alfàs del Pi, donde obtuvimos cuatro premios: mejor guion, mejor dirección, mejor cortometraje y mejor actriz. Y hace nada hemos estado en los premios Pávez, donde hemos tenido nueve ‘premiazos’. Con el nombre de Terele, que además es una grande y a la que yo admiro muchísimo. No paramos, estamos haciendo un recorrido fabuloso y ahora cruzando los dedos en esta campaña, que es la candidatura a los Forqué y a los Goya, que ya se verá.

Fotografías (c) Romero de Luque
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