2021, el año de las materias primas (I): el petróleo ha vuelto
Los primeros compases de este 2021 han evidenciado tendencias muy a tener en cuenta en los mercados. En apenas 40 sesiones el mundo ha asistido asombrado al fenómeno Reddit y cómo un grupo de pequeños inversores bien ordenados pusieron contra las cuerdas a muchos gigantes. Además, no es una moda pasada, sino que pronto volverán los sustos. También las llamadas compañías de cheque en blanco, llamadas SPAC, no paran de multiplicarse. Por último, sin hacer mucho ruido, el sector de las materias primas, desde el petróleo a las tierras raras, han vuelto a captar la atención de todos.
A primera vista, es muy difícil predecir si el 2021 será un año prolífico para los inversores en este tipo de activos. Las subidas actuales -el crudo se dispara en el año en torno a un 20%– parecen corroborar esa teoría, pero todavía es muy pronto. Aun así, lo mejor es no perder de vista una serie de materias primas que pueden traer muchas alegrías. Entre ellas sobresalen el petróleo, el litio, el cobalto y algunos metales como el neodimio y el prasedinio, incluidos en ese grupo llamado tierras raras.
Pero en este caso, lo mejor es desgranar los factores en función de cada una: primero el petróleo y después el resto de elementos. La razón es que si bien todas ellas están afectadas por un trasfondo general común -el ‘Superciclo’ de las materias primas-, son las particularidades de cada una los catalizadores de los movimientos tanto al alza como a la baja. En el caso del crudo, tanto por su peculiar configuración, al menos en el caso de la producción, como por su importancia para el día a día de la economía mundial, siempre obliga a un trato personalizado.
EL SUPERCICLO DE LAS MATERIAS PRIMAS
La base de la creencia de que el 2021 será el año de las materias primas es sólida. Al menos, desde el punto de vista más teórico: el ‘Superciclo’. El comienzo ocurre cuando se produce un incremento inesperado de la demanda a consecuencia de una aceleración del crecimiento económico a nivel global. La definición, inequívocamente, nos trae a este 2021. De hecho, la OCDE espera que este año se consiga un crecimiento, casi récord, del 4,2% apoyado en el repunte superior al 8% de China. Para 2022, la cifra global rondará el 3,7%.
Aunque el incremento per sé de la economía y la demanda no generan tensiones al alza de los precios. Se necesita de un elemento más: el tiempo de reacción de la oferta. A medida que las barreras de entrada y/o el período de maduración son mayores, el aumento se vuelve más vertical, como ha ocurrido históricamente en el caso de la energía y los metales. La puntualización “históricamente” es vital, dado que en el caso del petróleo el paso de los años ha cambiado esa concepción.
La producción de petróleo, como es bien sabido, siempre ha sido un oligopolio dominado por un puñado de países que buscaban recurrentemente mantener los precios altos. A medida que aumentaba la demanda, abrían más o menos el grifo para llevar el precio donde les convenía. Ese ingente poder se ha ido limando con el paso de los años por dos motivos: primero, y principalmente, por la llegada del fracking en Estados Unidos que le ha convertido en el segundo máximo productor del mundo. En segundo lugar, por la guerras geopolíticas entre unos y otros.
La base de la creencia de que el 2021 será el año de las materias primas es sólida
LA HISTÓRICA GUERRA DEL PETRÓLEO DEL 2020
En los últimos años, el fracking logró algo realmente importante y es que fue capaz de reducir considerablemente la barrera de entrada en el mercado del petróleo. Así, las empresas estadounidenses crearon grandes plataformas capaz de extraer grandes cantidades de crudo y abastecer el mercado. Aunque lo lograron a un coste muy alto: un elevado endeudamiento.
En el momento que se firmaban los contratos no era un problema excesivo, al fin y al cabo, los precios del petróleo eran altos y el margen de venta permitía repagar deuda e intereses. La OPEP, como se conoce al oligopolio del crudo, se ha enfrentado abiertamente a esta circunstancia mediante una guerra de desgaste en la que se aumentaba la producción para bajar los precios y hundir a dichas empresas. Pero esas pequeñas batallas tuvieron su zenit el año pasado con la llegada del coronavirus y la paralización del mundo.
Así, de la noche a la mañana el mundo se paró y el petróleo sobraba. De hecho, entre finales de marzo y abril el precio de los futuros del crudo se volvieron negativos debido a que los almacenes estaban saturados de oro negro. Detrás de ello no solo estaba el covid-19, sino las pretensiones de Arabia Saudí de acabar con la industria del fracking ahogando sus finanzas. Al fin y al cabo, los grandes pozos sauditas son rentables incluso a un precio de 3 dólares barril, una cifra que nadie en el mundo puede igualar. La decisión del emirato de aumentar drásticamente la producción, al igual que otros como Rusia, arrasaron el sector en EEUU.
EN 2021, ARABIA SAUDÍ HACE Y DESHACE A SU CONVENIENCIA
Pero no solo fue EEUU. También los productores africanos detuvieron en seco todas las inversiones encaminadas a aumentar la producción. Mientras, otros como Irán siguen lejos de su producción histórica y se espera que así continúe en los próximos años. Al final, el mercado esta en manos de Arabia Saudí y, en menor medida, de Rusia.
Con el mercado limpio de competencia, al menos en gran medida, Arabia Saudí está haciendo y deshaciendo como le viene en gana. De hecho, recientemente anunció que limitará su producción en un millón de barriles al día en las próximas semanas. Una restricción en la oferta a la que se añade una demanda cada vez mayor. En China la economía vuelve a consumir crudo de forma casi normal. En la India la demanda se recupera. Y, por último, en EE.UU. se espera una recuperación temprana gracias tanto al efecto de la vacunación como del enorme plan de estímulo lanzado por el ya presidente, Joe Biden.
En definitiva, todo lo anterior nos lleva a unos precios actuales del petróleo que llevan en máximos anuales todo el mes de febrero. Y que, además, podría esperarse que sigan en aumento en los próximos meses a medida que la demanda va en aumento y la oferta sigue controlada por la OPEP.
El desenlace es, como siempre, impredecible pero los condicionantes apuntan a un buen año para el precio del petróleo y no tan bueno para los consumidores.