Richy Castellanos: «No soy de la prensa rosa»
Después de 26 años, cerca de 3.500 eventos, unos 4.000 contactos VIPS, y mucho trabajo, el sueño del relaciones públicas número uno del país es este: reunir sobre las tablas del Madison Square Garden a Camarón, Paco de Lucía, Michael Jackson y Julio Iglesias, y contar con actuaciones especiales de Amy Winehouse, Barbra Streisand, Shirley Bassey y Mina. Es el deseo imposible, salvo milagro de la tecnología, de un hombre que está muy cerca y muy al quite de las estrellas, que lo ha hecho casi todo en las alfombras de los eventos y que aspira a convertir la confianza de los famosos en su viaje por otros 26 años detrás del telón, pero con la luz propia del reconocimiento masivo a la discreción y eficacia de su oficio.
Dicen que todos los hombres tienen un precio, pero la moneda de Richy Castellanos es la lealtad. Por eso lleva una boda de plata larga ofreciendo a los famosos de España la red de su confianza, el respeto de su discreción y un sigilo sobre lo que ve y lo que oye que se acerca al secreto de confesión. Un relaciones públicas con estas señas de identidad y el valor constante del trabajo bien hecho es un tesoro.
¿Cómo se gana la confianza de la gente que está en la cumbre?
En la cumbre, en realidad, hay pocas personas. Muchos están en ese entorno, pero son pocos los que rozan las estrellas. Si trabajas bien con gente importante, ellos lo agradecen mucho. Valoran que guarde su intimidad, que sea honesto y que vaya con mis principios amueblados por delante. La transparencia y el cariño auténtico lo pueden casi todo.
Su obsesión sana es “no defraudar a las personas que requieren sus servicios, aunque esto no es un veni, vidi, vinci”. Su estrategia: “estar muy cerca, sobre todo en los momentos complicados, y estar al quite, como los grandes banderilleros que están junto al matador”, hasta que lo que empezó siendo una relación laboral se convierte en feeling, detalles e intuición “para dar siempre lo que cada uno necesita, aunque no lo pida”. Con esa fórmula de empatía sincera “tengo el placer de haber estado en las casas de casi todos los artistas de este país, y algunos del extranjero”.
“No soy de la prensa rosa”
A Richy Castellanos se le quedó grabado algo que le escuchó a Paco de Lucía: “No sé de nada, de casi nada, pero sé un poquito de lo que hago”. Y él sabe de tratar bien a las personas, de garantizar su confianza, “y cuando hay confianza, ellos mismos te abren su corazón”. También sabe de separar vida pública y vida personal en un ámbito en el que codearse con las estrellas podría suponer un plus de ingresos: “Sé miles de intimidades de artistas que ni me van, ni me vienen, porque no soy de la prensa rosa. Todo el mundo sabe que en mi vida iría a un programa de cotilleos de la televisión. Prefiero perder ganando que ganar perdiendo”.
LOS MITOS DE CARNE Y HUESO DE SU PASEO DE LA FAMA
De entre todas las personas a las que Richy Castellanos ha tenido la oportunidad de conocer, algunos nombres propios tienen un realce especial en su paseo de la fama. Ahí están Camarón, “un vanguardista que no hablaba mal de nadie y cantaba como los ángeles”; y Paco de Lucía, “un genio universal”; y Maradona, “el Walt Disney del fútbol”; y Rafa Nadal, “el mejor deportista de todos los tiempos”. Ahí están dos de sus mejores amigos: José Mota –“una bellísima persona”- y Santiago Segura: “dos cracks de la interpretación”. Ahí están tres amigos que le deben, incluso, haber conocido a sus mujeres: Raúl González, Guti y Carlos Moyá.
Están también Alejandro Sanz, “el revolucionario de la música” o Ana Obregón -“mi gran amiga”- y una de las primeras que le ofreció su confianza cuando era 1993, y él se abría paso en la selva de la mano de Los Chungitos, Pedro Ruiz, Luis Cobos, Julio Sabala o Azúcar Moreno. Y andan también sus padres, “que son las personas que más me han influido en esta vida”, y Dios, “mi fan número uno, y el que me da salud, trabajo, amistad, y confianza en mí mismo para seguir adelante en este mundo complicado del espectáculo”.
>>La entrevista completa en el número de enero de la revista Influencers.
Por Álvaro Sánchez León