Skip to main content

¿Por qué la gripe te inmoviliza? Así salva tu cerebro a la especie

Pedro Ruiz| 23 de marzo de 2023

‘Dormir mucho y descansar’. Ese es el consejo estrella que cualquier experto recomienda siempre para enfrentarse a un proceso de gripe. Pero en realidad, no hace falta acudir a ningún experto, ya que nuestro propio cerebro se encarga de obligarnos a ello. En concreto, nuestro órgano más desarrollado -que también lo es del universo-, cuando es informado de la aparición de una infección aprieta el interruptor denominado ‘comportamiento de enfermedad’. Un resorte que una vez presionado nos deja postrados en la cama.

La propia reacción de cansancio puede parecer ‘normal’, ya que obliga a nuestro cuerpo a guardar reposo para conservar las energías con las que combatir a la infección. Sin embargo, hay otra afección más difícil de entender: la falta de apetito. Al fin y al cabo, el hecho de estar bien alimentado es más beneficioso para luchar contra una enfermedad que la malnutrición. Pero nuestro cerebro no parece compartir esa idea, ya que una vez que presiona ese botón de ‘comportamiento de enfermedad’ una de las reacciones en que se manifiesta es en que se nos quita el hambre.

La razón por la que ocurre esa cascada de reacciones que nos deja tirados en la cama se ha empezado a entender recientemente, cuando se estudiaba la forma en la que nuestro cerebro constata que una infección como la gripe nos está atacando. En concreto, un estudio publicado por Nature el pasado 8 de marzo descubrió que a los ratones a los que se les bloquean dichas señales, si estos recuperan el apetito, tienen “menos probabilidades de morir de gripe”. Entonces, la duda es ¿por qué el cerebro se boicotea a sí mismo? 

 

TU CEREBRO PREFIERE SALVAR A LA ESPECIE QUE A TI

La respuesta es que probablemente lo haga para salvar a la humanidad. Así, los científicos han empezado a asumir que existe una ventaja evolutiva en aquellas especies en la que se presenta el llamado comportamiento de enfermedad. Stephen Liberales, neurocientífico de la Escuela de Medicina de Harvard en Boston, Massachusetts, especulaba recientemente que este sistema de modificación del comportamiento podría haber evolucionado porque «comportamientos como la inmovilidad podrían ser ventajosos al reducir la propagación de patógenos a través de las poblaciones».

En otras palabras: que el cerebro prefiere sacrificar al individuo en pos de salvar a la especie. Ese hecho trae consigo una serie de consecuencias que se escapan a lo que se sabía hasta ahora.

 

Urgencias, Gripe.

 

La primera es que el cerebro parece estar preparado, no solo para hacer todo lo posible para salvar al individuo, sino que por encima de ese planteamiento está el de proteger a la especie. Ese comportamiento ya se había apreciado en muchas especies, aunque casi siempre más relacionado con el hecho de reproducirse. Así, por ejemplo, los salmones cruzan medio mundo para desovar, pese a que eso les cause la muerte. Otro caso famoso es el de las mantis religiosas, donde el macho no puede resistir el hecho de reproducirse con la hembra aunque eso le pueda suponer la muerte. 

Para todos estos casos, y muchos otros, el cerebro no solo no previene al individuo particular acerca del peligro de muerte, sino que lo empuja a ello. Esa característica no se había apreciado hasta ahora con esa fuerza en los humanos, pero el llamado ‘comportamiento enfermedad’ parece ser un claro ejemplo de que nuestro cerebro también tiene mecanismos que ponen a la especie por delante del individuo en determinados momentos.

 

¿CÓMO LLEGA LA GRIPE AL CEREBRO?

El estudio presentado el pasado 8 de marzo arrojó a su vez otro descubrimiento de vital importancia en la lucha contra las enfermedades, al mostrar cómo llega la información al cerebro acerca de una enfermedad. Hasta la fecha, se pensaba que unas moléculas mensajeras viajaban por el corriente sanguíneo desde la región infectada hasta el cerebro. Esas moléculas serían las prostaglandinas, que se producen en los tejidos afectados. Una de las pruebas que se tenían hasta ahora de ello era el efecto de la aspirina o el ibuprofeno, ya que son fármacos que bloquean la producción de prostaglandinas, que son clave para desencadenar el ‘comportamiento enfermedad’.

Pero los autores del estudio se encontraron con algo más curioso. Primero, encontraron un receptor específico de las prostaglandinas denominado EP3, que está en las neuronas que tenemos por todo el cuerpo, y que es el encargado de generar las conductas de enfermedad. En segundo lugar, descubrieron que la transmisión no se producía a través de la sangre, sino que los agentes clave son una población específica de neuronas que contienen EP3 ubicadas en el cuello (en este caso de los ratones estudiados). En concreto, en el área de las amígdalas que «sirve como interfaz entre el aire exterior y lo que pasa por las vías respiratorias», explicó el coautor del estudio Na-Ryum Bin, neurobiólogo también de Harvard.

Al final, el resumen es que los virus de la gripe ingresan a las vías respiratorias e infectan las células de la garganta, lo que desencadena la producción de prostaglandinas, y estas neuronas que antes no se apreciaban responden. La alerta de infección luego viaja a lo largo de las ramas de las neuronales como si fuera una carretera. Además, ese mecanismo descubierto expone otra realidad: da información al cerebro de dónde está ocurriendo la infección

Ese descubrimiento es vital porque abre la puerta a buscar otras señales relacionadas con otras infecciones para frenar el comportamiento enfermedad y obligar a nuestro cerebro a que no nos sacrifique (por el momento) en pos de la especie.

OTROS ARTÍCULOS DE ESTE AUTOR
NOTICIAS RELACIONADAS

Suscríbete ahora

LO MÁS DESTACADO