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Karmele Marchante: «La libertad de prensa es una falacia»

Ana Matías| 27 de julio de 2023
(c) Uxío da Vila

 

 

Karmele Marchante (Tortosa, 1946) es una importante periodista y activista de nuestro país. A pesar de ser recordada, en muchos ámbitos, por su trayectoria en la prensa rosa —de la cual se arrepiente—, su nombre está detrás de algunas de las cabeceras más pioneras de España.

 

La de Karmele no ha sido una vida fácil

Ya desde la infancia, su vida estuvo marcada por la soledad y la incomprensión, la rigidez de una educación que, cada vez más, forma parte y patrimonio del pasado de nuestro país. Pero ella resurgió, siempre lo hace, como todo lo que tiene vida, rodeándose de sus amigas porque “la amistad entre mujeres es la organización clandestina más revolucionaria del mundo”, para llenar de color su paso por este plano de existencia porque lo que inspira, sobre todo, es violeta.

Hoy, ella está plena de corazón, en lo personal y en lo profesional, un corazón que no es rosa, sino violeta. Desde la prensa y en la propia vida, ella luchó, a voces y en demasiados silencios, en un tiempo en que la mujer estaba condicionada por un solo destino. Ella escapó del fatum marcado, no solo por su familia que no la comprendía, sino también por su matrimonio, que quiso seguir con todas las atribuciones que antaño daba el hecho de estar casados y acabó esfumándose ‘a la islandesa’.

Dentro de algunos años —si no ya—, Karmele aparecerá (tan solo en los buenos libros de historia) como una de las pioneras del feminismo en nuestro país. Karmele —traducción de su nombre en euskera que adoptó por simpatía en la era universitaria— ha sido y es una gran luchadora. Durante su extensa trayectoria, ha habitado prácticamente todos los medios escritos, audiovisuales y radiofónicos del país en los albores de la televisión privada.

 

«No temo a nadie, porque soy una temeraria»

 

A mediados de los 70, en Barcelona, tuvo la primera página feminista en prensa diaria y fue fundadora del grupo LAMAR (Lucha Antipatriarcal de Mujeres Antiautoritarias y Revolucionarias) —referente feminista—; cofundadora de la revista Ajoblanco y directora del semanario Star, ambas referentes contraculturales de los años 80 en España. Posteriormente, fue enviada especial para múltiples publicaciones del Grupo 7 y el Grupo Mundo, que la han llevado por un apasionante recorrido vital que ahora relata en sus memorias: No me callo, entre otras muchas cosas.

Y es que la de Karmele es una vida apasionante, sin medias tintas: “Soy una temeraria y no le tengo miedo a nadie”, admite entre risas, una vida plena de viajes y encuentros, y también desencuentros, marcada por el feminismo, la modernidad y el ejercicio de un periodismo del que ya no queda, y no por la prensa rosa. Ella nos atiende y nosotras la escuchamos, liberadas de ataduras mentales, para que nos cuente, como solo ella puede, los acordes de su historia.

 

En tu obra hablas de tus dificiles comienzos y de la conflictiva relación con tus padres en la era del franquismo, ¿eres de las que creen que los jóvenes de antes lo tuvisteis más difícil que los de ahora?

Sí, lo tuvimos más difícil porque era una situación totalmente opresiva. En mi caso particular, al pasar mi infancia con mi abuela, estuve muy protegida por ella. El problema vino cuando me arrancaron de sus brazos y tuve que irme avivir con mi desconocido padre, mi desconocida madre y mi desconocida hermanita. Todo fue muy bien con mi hermanita, pero todo fue fatal con mi padre y fue una situación realmente complicada. Además, en esa época había tantas prohibiciones que no se podía hacer nada hasta que yo, por fin, me rebelé y me marché.

 

Desde tu vasta trayectoria como periodista, ¿cómo ves la situación actual de la prensa?

La veo muy mal. Yo he trabajado en prensa muchos años y nunca esta ha estado tan vendida y tan comprada como ahora. Podría decir docenas de periodistas de un lado y del otro comprados por los partidos y los grupos mediáticos. Por tanto, la libertad de prensa no existe, es una falacia. Hay algunas personas periodistas que se salvan, pero cada vez está todo más contaminado, politizado y vendido.

 

Admites que entrar en el mundo del corazón fue un gran error por el estigma que te acarrearía después, sabías que esto sería así cuando entraste en Sálvame?

Entrar en el mundo del corazón fue un gran error, y por eso en parte he escrito mis memorias, para que la gente se entere de que tengo otra trayectoria, y sí, ha sido un estigma, pero no lo sabía cuando entré en ese infecto programa que no quiero ni mencionar. No sabía que sería tan difícil y tan duro.

 

¿Cómo ha cambiado este tipo de prensa, la prensa rosa, desde sus inicios?

La prensa rosa viene de toda la vida y yo la conozco desde los años 80, que fue su gran época dorada. Entonces había personajes interesantes, entrevistas buenas, gente con algo que contar; no como ahora, que son ex de ex, que se suben al carro porque han estado en un reality y que son bazofia pura. No son dignos de ningún tipo de  entrevista, la verdad.

 

Con más de 10.000 seguidores en Instagram, eres toda una influencer, también en el medio online. ¿Cómo es tu  relación con las redes sociales? ¿Te consideras influencer?

La verdad es que no me considero influencer porque yo no pongo nada mío. Publico cosas que den pie a pensar, pero menos la promoción que he hecho del libro, no pongo si voy vestida así, si salgo a comer allí y todas estas  cosas, así que no, más bien veo las redes sociales como una herramienta de trabajo.

 

A tu amplísima trayectoria como profesional de la comunicación se une la de acérrima feminista. En 1993 fundabas el Club de las 25, que aún sigue vigente 30 años después. ¿Cómo surgió? ¿Tiene cabida todo el mundo?

Sí, soy feminista desde prácticamente siempre y, además, soy feminista radical, que quiero explicarlo porque la  gente se cree que eso es matar hombres y no. El feminismo radical es una corriente que hay dentro del feminismo, en el que hay muchas, y la gente como no se lo estudia, no lo sabe; y es activismo y estudio, o sea que nada de matar hombres. Pero activismo de verdad. Estamos en contra de los vientres de alquiler, la prostitución, la discriminación laboral, la violencia de género, en fin, en contra de todas las desigualdades que todavia rigen en un mundo como el de hoy aún dominado por el patriarcado, que me da un asco que te mueres.

Al llegar a Madrid, en el Hotel Palace, al que yo iba mucho porque había entrevistas que hacer a gente de la política, me di cuenta de que era como un poco endogámico todo, periodistas y personajes políticos. Ahí, un día, la relaciones públicas me dijo: “¿Por qué no resucitas los desayunos del Palace con gente de la política?”. A lo que yo respondí: “Mira, no, yo lo haré con feministas”. Y así surgió el grupo. El nombre es absurdo, salió de una votacion, pero llevamos treinta años de activismo acogiendo a todo tipo de profesionales procedentes de todos los medios.

 

 

Karmele ‘comadreando’ junto a la cantaora Amparo Sánchez.

 

¿Cuál es tu reflexión sobre la cuarta ola del feminismo?

La cuarta ola es buena, como todas las olas, no en vano llevamos trescientos años de historia de revolución  feminista sin haber derramado una sola gota de sangre, pero me produce mucho dolor que ahora, en estos  momentos, llevemos dos años de división por culpa de la política, ya que la división es porque las mujeres del PSOE no han aceptado perder su parcela de poder en el Ministerio de Igualdad para que lo tenga Podemos, y de ahí vienen todas las luchas asquerosas, desde mi punto de vista.

 

Recientemente, la polémica de la maternidad de Ana Obregón daba lugar a miles de titulares y opiniones por doquier. Se reabrió el debate de la gestación subrogada, la salud mental, pero también del feminismo (puesto que  quizá no se le habría criticado si en vez de madre hubiera sido padre) y el peso de la fama, ¿qué opinión te merece a ti esta polémica?

Yo a Ana Obregón la conozco como si la hubiera parido. Ahora se ha reabierto el debate de la gestación, bueno, de los vientres de alquiler (porque hay que llamarlo así), porque estaba en el feminismo, pero no en la sociedad. La gente no sabía lo que era, menos quien compraba, claro, y ahora se ha abierto el melón, pero de una manera muy hipócrita. Vientre de alquiler es explotacion de mujeres. La gente rica se va a América y la gente pobre antes se iba a Ucrania. A Ucrania la llamábamos ‘el útero de Europa». Entonces eso no es solo Ana Obregón, hay muchísimos casos, y muchos de homosexuales que compran bebés ‘a la carta’. Pero claro, en Ana Obregón —y a nosotras lo que nos da rabia—, es que se hayan centrado en el tema de la edad, que para mí es violencia edadista. Es decir, que un tío como el padre de Julio Iglesias, que a los 90 años se casó y compró también un vientre de alquiler, no le dijeran nada (y así  a un montón de varones, todos vejestorios), pero a una mujer de 68 años se la carguen porque dicen que no puede ser ni madre ni abuela: eso es violencia edadista y ahí yo no estoy de acuerdo. En lo demás sí, porque la tía está completamente loca, ya la llamábamos ‘Antoñita La Fantástica’ y todo lo que está haciendo es un desmadre que, claro, crea un efecto llamada y ahora la gente va a comprar más criaturas. En fin, un drama.

 

¿A quién admiras?

Admiro a la gente que quiero, mi gente amiga, que no me importa lo que sean pero es MI gente, MI círculo, MI vida.

 

¿Con qué personaje histórico (vivo o muerto) compartirías un brunch?

Con gente amiga que, por desgracia, ya no está en el mundo. Con un escritor como Manolo Vázquez Montalbán o Terenci Moix, una gran amiga que está en el libro y de la que hablo muy bien. En fin, gente a la que he querido y he admirado y de la que he aprendido.

 

¿De qué te arrepientes?

Me arrepiento de haber entrado en la rueda del corazón.

 

¿A qué temes?

Temer no temo a nadie, porque soy una temeraria [Risas].

 

¿Cuáles son tus próximos planes?

Seguir escribiendo, que es lo que me gusta, y seguir en las tablas con la Acción Comadres, haciendo monólogos feministas y llenando los teatros.

 

Fotos: Uxío da Vila

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