Spotify aumenta el escándalo: admite que censuró a Rogan por los anunciantes
Spotify respondió finalmente ante la polémica desatada por censurar a Joe Rogan. La responsabilidad la tomó el consejero delegado de la firma, Daniel Ek, primero a través de un escrito y después con sus declaraciones. Una postura que, a su vez, no está exenta de polémica y matices que pueden tener grandes repercusiones. Al fin y al cabo, el directivo dice estar “realmente orgulloso” de los pasos que ha seguido, pero a su vez reconoce que se actuó tarde. Además, el ejecutivo ofreció una justificación controvertida al superponer el mandato de los anunciantes por encima de la libertad de expresión.
La polémica saltó a tres bandas. En primer lugar, Spotify decidió comprar los derechos del podcast The Joe Rogan Experience, en 2020. Un programa que ya tenía acusaciones por sus excesos entre los que se encontraban, por ejemplo, la transfobia. Y que, además, no salió nada barato, ya que el coste final ascendió a 100 millones de dólares. Al final, la adquisición levantó algo de polvo, pero las aguas se calmaron. Aunque no duraría mucho. La posición acientífica de Rogan y la popularidad de sus desvaríos propulsaron su programa hasta convertirse en el número uno de la plataforma.
Pero muchos episodios eran un verdadero pasaje del terror para los científicos. Y, a su vez, un imán para los acientíficos y antivacunas. De hecho, Rogan llegó al punto de promover remedios tan disparatados como la ivermectina, hasta el punto de usarla cuando contrajo covid. Ese ejemplo puede servir para entender las aberraciones que se podían confesar y porque desde la comunidad científica hasta otros creadores de contenidos relevantes dentro de Spotify empezaron a alertarse con el increíble éxito del programa. Sin embargo, la compañía no actuó.
LA POLÍTICA DE CONTENIDOS DE SPOTIFY: ¿OCULTA DURANTE 16 AÑOS O SE CREO CONTRA ROGAN?
De hecho, fueron los reconocidos artistas Neil Young y Joni Mitchell, unidos e impulsados ambos por las dolencias causadas por la poliomielitis cuando eran niños, los que decidieron actuar. Principalmente, por la pasividad de la compañía, pero también por su destacado papel como activistas contra la desinformación contra las vacunas. Así, los dos músicos, que luego fueron seguidos por otros, retiraron su música del servicio de la plataforma. Un movimiento enmarcado no solo como protesta contra el podcast de Rogan, sino también contra Spotify por su pasividad.
Entonces llegó el papelón para Ek y Spotify. En primer lugar, la compañía censuró el programa de Rogan. Un hecho que viralizó aun más la tensión. Al fin y al cabo, la plataforma acaba de eliminar de un plumazo uno de sus activos estrella y por el que había pagado 100 millones. Para justificar la decisión se pasó al segundo acto: publicar (para alguno se redactaron para la ocasión) su política de contenidos para “dejarlas claras ante el mundo”. Pero para muchos no fue más que una acción ad hoc para justificar y saldar la polémica.
Y en verdad no le faltan razón a los críticos. Al fin y al cabo, la compañía tiene ya una larga trayectoria de más de 16 años y nunca se habían dado a conocer dichas reglas. De hecho, si siempre han estado vigentes no se entiende, primero, la adquisición del programa de Rogan y, en última instancia, que no se hubiera actuado tarde. Ek lanzó más leña al fuego recientemente cuando reconoció que “probablemente era tarde y que deberíamos haberlo hecho antes”. En principio, la publicación de las normas, aunque no lo detalló, y acabó cargando con la culpa: “Eso depende de mí”.
PLATAFORMAS, LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y ANUNCIANTES, UNA MEZCLA EXPLOSIVA
Por último, dio un giro todavía más dramático a la justificación. Para Ek la respuesta de la compañía, de la que se enorgullece, obedece principalmente a la imagen que debe trasmitir para sus anunciantes. “Aunque Joe tiene una gran audiencia, en realidad es el podcast número 1 en más de 90 mercados. Él también tiene que cumplir con esas políticas. Así que creo que cuando piensas en eso también piensas en el negocio de los anuncios”, señaló el consejero delegado de Spotify. Pero esa posición puede resultar muy peligrosa.
En primer lugar, porque anteponer a los anunciantes a la libertad de expresión es muy peligroso. Spotify tiene cientos de anunciantes que van desde las propias farmacéuticas a grandes firmas de alimentación (desde las más sanas hasta otras menos saludables como las cadenas de comida rápida) que podrían influir sobre qué hablar y sobre qué no. Algunos relatos antivacunas parecen estúpidos, pero otros relatos más reales que afecten a otras grandes firmas podrían vetarse con facilidad. Por otro, porque dar el poder a una plataforma global a estas prácticas no es nunca una buena idea.
La realidad es que mientras las redes sociales han tenido que actuar, Facebook limita y revisa los contenidos, las plataformas de audios dejaban el libre albedrío a sus millones de creadores de contenido. Incluso, no son ni conocidas las políticas que sigue, de hecho, ni Apple ni Amazon (las otras dos grandes las han publicado) y las de Spotify apenas llevan unos días. Y, además, bajo sospechas más que sólidas. En definitiva, la polémica vuelve a enfrentar a grandes plataformas y la libertad de expresión (que incluye decir estupideces). El equilibrio no es fácil, aun así parece fácil hacerlo mejor que Spotify.