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¿Fusión o venta? La decisión salomónica de Banco Santander en EE.UU.

Pedro Ruiz| 8 de mayo de 2023

Banco Santander enfrenta en los próximos meses una situación crítica en Estados Unidos. El durísimo correctivo que los inversores han infligido a la entidad, tras borrar cerca de 3.500 millones de euros de capitalización en dos jornadas, es un aviso de que vienen curvas. La entidad cántabra no solo se enfrenta a una caída de la actividad en uno de sus mercados clave (y el área favorita de la presidenta, Ana Botín), sino también a otros más profundos, de carácter regulatorio, que puede obligar a la propia Botín a tener que tomar una decisión salomónica en la región. 

Más allá de los vaivenes cíclicos de la economía estadounidense, que afectan de igual manera al negocio bancario, Banco Santander se enfrenta a una disyuntiva mucho mayor: ‘comer o ser comido’, en un sector bancario estadounidense que está en ebullición. Esa situación crítica es bien conocida en el banco; de hecho, el grupo ha reforzado el liderazgo en la filial con el nombramiento de Christiana Riley como responsable del negocio en Norteamérica, que se une a la dupla formada por Hector Grisi, nuevo consejero delegado, y la propia Botín, presidenta, que cuentan con una dilatada experiencia en Estados Unidos, ya que ambos han dirigido la filial anteriormente. 

En Estados Unidos hay un banco por cada 71.000 habitantes, una cifra que contrasta, por ejemplo, con la Unión Europea, donde hay una entidad por cada 85.000 habitantes. Esa diferencia es una de las razones que empuja al sector bancario estadounidense a un proceso de concentración. A lo que también se añade ahora un panorama económico muy exigente, donde un gran número de entidades lo están pasando mal, tras la fuerte pérdida de recursos (depósitos) y de beneficios (precisamente las ganancias del Santander se han reducido a la mitad). Además, se le añaden los efectos normativos futuros, ya que el actual régimen regulatorio en el país (que es más laxo para las entidades pequeñas y medianas) será revisado por el Congreso y la Reserva Federal.   

Y en mitad de todo, está Banco Santander, que además está afectado por los dos frentes. En primer lugar, la entidad cántabra se ha visto lastrada, de igual forma o más que el resto, por el desafiante escenario económico por el que atraviesa el país. En segundo lugar, porque su volumen total de activos, con cerca 217.000 millones de dólares, está justo en la frontera en la que los reguladores se han fijado para endurecer la normativa vigente, lo que elevaría los costes regulatorios notablemente para el banco.

 

BANCO SANTANDER NO ESCAPA DE LA CRISIS BANCARIA EN EE.UU.

Para ver más de cerca el momento crítico por el que atraviesa la entidad española, empecemos por el primer punto: cómo le está afectando la crisis bancaria estadounidense. Para responder a esa pregunta sirve acudir a la partida más llamativa de cualquier presentación de resultados: los beneficios. En este caso, las ganancias de la entidad cántabra en EE.UU. se hundieron prácticamente un 50%, lo que ya da una muestra de que la situación no es fácil. Aunque todavía puede ser peor, ya que dicho derrumbe se debe a que el banco tuvo que dotar el doble de provisiones para hacer frente a posibles problemas futuros.

 

Solo en el primer trimestre de 2023, Banco Santander ha elevado hasta en un 60% lo que paga por los recursos de sus clientes. Si añadimos también el cuarto de 2022, el aumento es más del 200%

 

Otra de las partidas que se mira con lupa es la evolución de los depósitos, ya que son varios los bancos estadounidense que han quebrado por la salida masiva de recursos. En este caso, Banco Santander también ha visto cómo perdía recursos de sus clientes, en total ha registrado salidas por algo más de 2.000 millones, pero nada preocupante, ya que apenas supone un 2,2% respecto al trimestre pasado. Aun así, tampoco se pueden levantar las campanas al aire, ya que resulta una cifra significativa para un trimestre (la proyección sería de una pérdida de casi del 10% anual), y la contraprestación de mantenerlos está siendo la de aumentar fuertemente la remuneración que se ofrece por ellos.

El problema es que esos aumentos se pueden volver insostenibles. Y es que solo en el último trimestre, en el primero de 2023, Banco Santander ha elevado hasta en un 60% lo que paga por los recursos de sus clientes. Si extendemos la cuenta a los dos últimos trimestres, el cuarto de 2022 y el primero de 2023, el aumento es más del 200%. Pese a ello, la situación tampoco parece desesperada, ya que se parte de una base muy baja (de ahí que el incremento parezca más grande) y aún mantiene el diferencial, esto es lo que cobra por prestar menos lo que paga por el dinero, que sigue anclado en torno a los 6,2 puntos básicos

 

EL SANTANDER BAJO EL PUNTO DE MIRA DE REGULADORES Y POLÍTICOS

No obstante, ese diferencial también puede ser engañoso, ya que por mucho que aumente el tipo al que Banco Santander concede sus préstamos, el problema puede ser luego cobrarlos. Y es que la entidad está especializada en la concesión de créditos para comprar coches; además, un gran número de ellos a perfiles de mucho riesgo (subprime y deep subprime). De hecho, esa es una de las causas por las que el beneficio ha caído tanto al comienzo del año, dado que esos perfiles de mayor riesgo obligan también a hacer unas dotaciones mayores por insolvencia.

 

Ana Botín, presidenta Banco Santander
Ana Botín Presidenta del Banco Santander.

 

Un problema que puede volverse todavía más doloroso próximamente. Y es que la filial estadounidense del Santander cuenta con una serie de ventajas regulatorias, gracias a ser un banco relativamente pequeño, con un total de activos por debajo de los 250.000 millones. Entre ellas, destacan, por ejemplo, evitar enfrentarse a reglas de liquidez más estrictas, tener que hacer pruebas de estrés y evitar modelos internos más complejos para posibles impagos en cadena. Pero todas esas ventajas se podrían esfumar pronto, ya que tanto el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea como los políticos y los reguladores estadounidenses parecen dispuestos a acabar con dicha flexibilización.

Un cambio que por ahora no afectaría a Banco Santander, ya que tiene activos por valor de 217.000 millones de dólares, pero supone un tapón importante para su crecimiento. Al fin y al cabo, una regulación más estricta exige mayores costes y enfrentarse a un mayor control. Entonces, a la entidad española le convendría mantener el balance y evitar esos problemas, pero esa decisión no parece la más adecuada en mitad de un proceso de concentración. De hecho, a medida que el baile de fusiones y adquisiciones empiece a coger ritmo, quedarse con un balance pequeño es sinónimo de que tarde o temprano puedas quedarte fuera de juego.

En definitiva, en los próximos meses Banco Santander debe crear una estrategia que pueda dar respuesta a todas esas cuestiones que tiene por delante. Y no solo se trata de qué lugar ocupar en el baile de fusiones y adquisiciones que ya está en marcha en el sector bancario estadounidense, sino también cómo dar un nuevo empuje a la filial. Hace un año, las cuentas mostraron también un banco más débil que en periodos anteriores, con una caída de ingresos, beneficios y de clientes. En sus últimas cuentas, el banco vuelve a mostrar esos mismos problemas. Al final, la máxima dirección del Santander deberá tomar una decisión que implique o apostar muy fuerte por EE.UU. (crecer en la región es caro) o preparar las maletas, como ya hizo BBVA hace unos años.

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