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Así articuló Wizink su compleja trama de tarjetas revolving con la que generó 2.000 M€

Pedro Ruiz| 5 de mayo de 2022

Wizink es el epicentro de las tarjetas revolving. También de la gran mayoría de las denuncias contra este producto, principalmente, por sus intereses usureros. Y es que se han convertido en una penitencia para los afectados, que en muchos casos, según las actuaciones judiciales, no eran conscientes de las deudas inasumibles que aceptaban. Un escenario que ha destrozado muchas vidas. Pero no para la firma financiera y sus banqueros. Así, la compleja trama de las revolving, que recuerda a los peores vicios que desembocaron en la gran crisis financiera que se llevó por delante de Lehman Brothers, les ha generado inmensos retornos.

La palabra clave en la compleja red de negocio detrás de las tarjetas revolving es la titulización. El concepto se define como la compactación de un número elevado de activos, en este caso créditos otorgados a través de las tarjetas de Wizink, que posteriormente se vende al mercado como un bono de renta fija que paga un interés. En otras palabras menos técnicas, viene a decir que: el banco juntaba el valor dado a miles de prestamos en un paquete (con un nombre bonito). Más tarde, los vendía a terceros (principalmente grandes fondos institucionales) por el precio nominal de los mismos. Finalmente, les prometía retribuirlos con los intereses que se pagan.

El negocio es brillante porque Wizink cobra unas comisiones muy jugosas, mientras que no asume prácticamente riesgo. En eso consiste básicamente la titulización. Y eso mismo recuerda, por ejemplo, a lo que pasaba con las hipotecas subprime durante la burbuja inmobiliaria. Las entidades empaquetaban un gran número de estos créditos que se colocaban en los mercados de deuda. El problema era que muchos de ellos eran incobrables, bonos basura, pero a las entidades no les preocupaba porque no asumían el riesgo del impago.

 

WIZINK COLOCÓ MÁS DE 2.000 M€ EN BONOS ‘REVOLVING’ ENTRE 2017 Y 2019

Así, de lo único que se preocupaban los bancos era de colocar cuantas más hipotecas mejor. Una mentalidad que han compartido durante muchos años las firmas bancarias metidas en el negocio de las revolving. Aunque ninguna, obviamente, al nivel de Wizink. De hecho, la firma financiera propiedad del fondo Värde emitió al mercado bonos de este tipo por un valor superior a los 2.000 millones de euros, solo entre 2017 y 2019. Una cifra inmensa que muestra la agresividad de la entidad para colocar sus productos. Hasta el punto de que casi ha duplicado el número de tarjetas en circulación entre 2017 y 2021.

 

Cuando arranca el negocio, Wizink contaba con 303.515 tarjetas. El último dato que se tiene, según los datos que posee la CNMV, es que esa cifra ha pasado a 575.231

 

Wizink nació como la aglutinación de los negocios de tarjetas de crédito de Banco Popular, Citi y Barclays. Eso implicaba no solo una base sólida ya de clientes, sino también una estructura pensada para multiplicarla. Y así hicieron sus banqueros. Cuando arranca el negocio de verdad para la entidad, en 2017, con la creación de Wizink Máster Credit Card, Fondo de Titularización, contaba con 303.515 tarjetas. El último dato que se tiene, según los datos que posee la CNMV, es que esa cifra ha pasado a 575.231, lo que supone casi duplicarse. Además de un volumen de activos de casi 890 millones.

Esas cifras implican una captación de clientes muy agresiva. Para ello, el grupo creó una especie de espiral de pagos variables que aumentaran la eficacia en la atracción de clientes. En primer lugar, externalizó totalmente los puntos de ventas a un tercero al que pagaba “muy bien, pero siempre que se cumplieran unos hitos”, explican fuentes financieras conocedoras de las negociaciones. A su vez, la firma encargada de vender las tarjetas pagaba a sus vendedores una parte fija pequeña y cuantiosos bonus en variables. Así se creó una maquinaria de venta tan eficaz como implacable.

 

FALTA DE TRANSPARENCIA EN LA VENTA DE TARJETAS

Pero ese modo de proceder tenía dos grandes problemas de fondo de los que Wizink no quiso ocuparse. Al menos, según los datos que se han ido conociendo. En primer lugar, esa presión de venta con enormes incentivos provocaba que muchas de las tarjetas se pudieran colocar con una información deficiente. Al fin y al cabo, son productos difíciles de colocar por sus restrictivas condiciones financieras. En segundo lugar, se abría la mano a que se captase a casi cualquier ciudadano independientemente de su situación financiera. Un recuerdo, de nuevo, a lo ocurrido durante la burbuja inmobiliaria.

Y esos problemas no han tardado demasiado en salir a la luz. El primero ya se está tratando en los juzgados con miles de denuncias. De hecho, un informe reciente de la Asociación de Usuarios Financieros (Asufin) denunció en su Estudio Jurisprudencial del 2021 que las denuncias por las tarjetas revolving, los microcréditos y los préstamos rápidos se han multiplicado por cuatro. “Ya es la categoría que suma mayor litigiosidad. Se han comercializado de manera masiva”, explicó Patricia Suárez, presidenta de la asociación. Pero también advertía de que se había hecho de manera lesiva por la falta de información en muchos casos.

 

Wizink
Oferta de Wizink para sus tarjetas.

 

El problema es tan serio que al propio Banco de España no le ha quedado más remedio que intervenir. El organismo bancario está preparando una circular que “ayude a mejorar la transparencia de unas prácticas comerciales bajo sospecha donde las entidades financieras colocan miles de tarjetas”, según explican los expertos. Pero no solo ha terminado aflorando el problema de la falta de información, todavía más importante son las condiciones abusivas puestas por el equipo Wizink. Al fin y al cabo, si los clientes pagaban un mayor volumen de intereses a los compradores de los bonos, se les podía retribuir mejor.

 

WIZINK USABA LOS INTERESES USUREROS PARA INCREMENTAR EL PRECIO DE LOS BONOS

La idea de tener unos intereses más elevados presentaba dos problemas: uno era el legal, ya que las cifras superaban el rango de la usura, como dictaminaron las autoridades posteriormente. El segundo era que los mayores costes de la deuda podían elevar los impagos. También destrozar muchas vidas. Pero eso no parecía importar en Wizink, ya que se optó por imponer uno tipos abusivos. Al fin y al cabo, la entidad no corría con el riesgo por impago (lo hacían los bonistas) y tampoco era responsable de la situación de cada uno de sus clientes. Así que la firma optó por la fórmula que más dinero le reportaba por sus bonos.

Si sus primeros bonos de clase A (allá por 2017) pagaban un 0,25%, para el caso de los más seguros, y un 0,50% en el caso de los C, los últimos, emitidos en 2019, ofrecían la friolera de entre un 0,45% y un 0,55% mensual para los de máxima calidad y hasta un 1,25% mensual también para los de peor calidad. Las nuevas retribuciones impresionaban a los inversores, que acudían en masa para jolgorio de Wizink y Värde. Así, el negocio era tan floreciente que el propio fondo llegó a pensar en colocar la compañía en Bolsa en 2018. Aunque finalmente esperaría para rentabilizar más el negocio y congeló su OPV.

 

Wizink ha reducido el tipo medio de interés del 23,83% de 2019, al 19,52% en 2020 y, finalmente, lo situó en el 19,19% en 2021

 

De hecho, de los 2.000 millones de euros emitidos en bonos entre 2017 y 2019, más del 40% fueron en ese último año. Pero al igual que la crisis explotó la burbuja inmobiliaria y el negocio redondo de las entidades que titularizaban hipotecas subprime, los tribunales y la pandemia frenaron en seco el negocio de las revolving y con ello a Wizink. La primera causa fue una sentencia histórica en contra de los intereses de este tipo de productos emitida por el Tribunal Supremo de España, en mayo de 2020.

 

DEL GOLPE DEL SUPREMO A LA CAÍDA DE LA CALIFICACIÓN

En concreto, el alto tribunal español anuló un préstamo concedido mediante una tarjeta resolving que tenía unos intereses del 27% TAE. La norma del Supremo estipuló que el tipo de interés no podía ser superior al precio normal del dinero, en torno al 20%, por lo que era desproporcionado. En otras palabras, creó la jurisprudencia para determinar esos intereses por encima de esa frontera como usureros. La decisión del juzgado fue avalada posteriormente por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea unas semanas más tarde, contra la que no había ya recurso posible.

Pese a que la causa inicial no había sido contra Wizink, la resolución del Supremo abrió una cascada de demandas contra la entidad. Al fin y al cabo, el tipo medio de sus préstamos en las tarjetas era del 23,83%, por encima de esa frontera denominada usura. A pesar de ello, el banco propiedad de Värde ha podido reestructurar sus tipos de interés para amoldarse a la legalidad sin perder parte de su botín. De hecho, la firma ha reducido ese tipo medio de interés del 23,83% de 2019, al 19,52% en 2020 y, finalmente, lo situó en el 19,19% en 2021. Así ha logrado mantener el tipo.

Aunque la pandemia y la elevada deuda que se le acumula a muchos clientes ha ido limando la solvencia de sus bonos. En concreto, los de clase A que salieron al mercado con una calificación de AA+, según la agencia Fitch, han caído hasta el escalón A. Mientras, los de clase C se han hundido más allá del nivel de bono basura, según la misma agencia de calificación. Además, el volumen de intereses pagados se hundió entre 2020 y 2021 en un 46%. En definitiva, Wizink ha demostrado en los últimos años que poco o nada se ha aprendido de la famosa crisis del 2007 cuando se habla de ganar dinero.

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