¿Cuál es la canción del verano?
El calor afecta a las neuronas… ¡y a los gustos!
Se dice que recogerse durante el invierno reflexivo y expandirse en verano para socializar es un ciclo natural del hombre. Con la llegada del calor y el cansancio de los trabajos cumplidos (o las angustias por su ausencia), la mente y el cuerpo necesitan dejar las preocupaciones tan atrás que, a veces, esa mente renuncia incluso a su función primordial de pensar.
Es tiempo de laxitud, de tragarse películas ‘palomiteras’ y colocar el dispositivo racional en stand-by para ahorrar pila. No quedan fuerzas ni para pedir al vecino que baje el volumen de su radio. Y así se nos cuelan por los oídos las tonadas más simples y machaconas, las más burdas y tontas, que acabamos tarareando sin darnos cuenta.
Ha llegado la canción del verano y ocurre desde hace tanto tiempo que Radiotelevisión Española ha podido publicar una lista con las más vendidas y escuchadas de los últimos 75 años.
No se alarme el lector, que no le abrumaré con la glosa de ‘A la lima y al limón’ cantada por Conchita Piquer en 1940 y mucho menos con ‘Mirando al mar’ de Jorge Sepúlveda (1949). El devastador paso del tiempo por estas canciones españolas hace que escucharlas ahora mueva a la congoja y no a esa alegría irresponsable propia del verano. A mí, por lo menos, me hacen llorar.
Una banda sonora inconfesable
Que levante la mano quien no haya caído en ese imperio de lo facilón alguna vez, quien nunca se repitió ‘Despacito’ (Luis Fonsi, 2017) antes de dormir semiinconscientemente o presuma de no haberse abandonado al deleitoso meneo de Shakira y su ‘Waka Waka’ (2010). Pero vayamos por orden y partamos de finales de los 80 porque, si no, el caudal sería (es) inagotable. Hay que ajustar el foco para apreciar como se debe algunas de estas gemas culturales.
La letra suele ser algo accidental en la mayoría de estos temas (veremos excepciones), un mero pretexto para que penetre un ritmo pegadizo como demostraron los Gipsy Kings con ‘Bamboleo’ (1987). Los gitanos franceses exhibían su desconocimiento del castellano con una salmodia incomprensible pero que incitaba tanto a ‘bambolearse’ que Julio Iglesias vio el filón y la grabó diez años más tarde con una letra ya identificable.
El baile es también el objetivo único de algunas canciones del verano que inventan pasos y estilos nuevos para la pista: ‘Lambada’ (1989), ‘la Macarena’ de Los del Río (1995) que bailaron los Clinton, o ‘Livin’ la vida loca’ de Ricky Martin (1999). Pero además de poner en el mapa a algunos artistas o disparar carreras de los que ‘también’ trabajaban el resto del año, la canción del verano es una verdadera especialidad, un monotema para dos monstruos que se han ganado el reinado absoluto por su tesón y por su entrega.
Georgie Dann ha cumplido 81 años y se le puede calificar como el inventor de esta movida. Ha publicado canciones del verano stricto sensu desde 1964 (‘Si yo canto’… interesante dubitativo) hasta 2018 (‘Buen Rollinski’) e introdujo el elemento picante en canciones como ‘El negro no puede…’ (1987), que dice: “Está en la cama y ni un dedo se le mueve / El negro no puede, el negro no puede / Y aunque la negra, pone todo lo que tiene / El negro no puede, no puede dormir”; y en ‘La Barbacoa’ (1994): “Voy echando leña al fuego / Y siguiendo con el juego / Cuando quieren darse cuenta / Las parejas se calientan y no pueden esperar…”.
Su actitud resulta psicológicamente inspiradora para personas retraídas
Este personaje circense, con quien no sabes si reír o llorar, se ha ganado un pedacito de nuestro corazón por las virtudes que enumeraba al principio: tesón y entrega. El sentido del ridículo no existe para Georgie Dann, y esa actitud resulta psicológicamente inspiradora para personas retraídas. Mucho antes de que se inventaran los realities que desnudan emociones íntimas delante del televidente, este ser como salido de la ciencia ficción más abyecta y atractiva había superado el incordio del pudor.
La incorrección política de Dann (¿cómo se vería hoy la letra de ‘El Negro no puede’?) y su ligera obscenidad quedaron ampliamente rebasadas en las canciones veraniegas posteriores del portorriqueño Daddy Yanquee (‘Gasolina’, 2004) o tan explícitas como ‘Mueve la colita’ de El Gato DJ (2007). (“Adónde le gusta a las mujeres / Ahí, ahí / Y cómo es que le hacen los hombres / Así, así”). Ya dije que las letras no eran lo importante, pero también avisé de que habría excepciones, y no hay que escandalizarse demasiado. En realidad, es como si la canción veraniega hubiera recogido la procacidad de los cuplés que, hace un siglo, provocaban sonrojos y tics nerviosos a nuestros abuelos, cuando la Chelito cantaba: “Tanto sufría yo / al mirar que el ahogo / no lograba que aquello marchara, / que por fin me arriesgué / y al muchacho ayudé / para que su motor funcionara” (‘Un paseo en auto’).
La llegada de los ‘triunfitos’ en 2001 hizo que una canción del verano ‘genuina’ (el ‘Aserejé’ de Las Ketchup), se repartiera el podio con el ‘Ave María’ de David Bisbal
Dejamos el siglo XX con un devoto de lo estrafalario cuyo descaro supera al de Georgie Dann. Se diría que es ‘El Elton John del cutreverano’ porque no ahorra en plumas ni colores. El sujeto que se hace llamar King Africa comparte con el maestro Dann un origen misterioso, porque ¿de verdad Georgie Dann es solo un francés afincado en España?, ¿alguien se cree que Alan Duffy sea el nombre real de un pinchadiscos argentino camuflado tras King Africa, artífice de ‘La Bomba’ (2000)? Más bien estos personajes lindan con lo extraterrestre y merecen que Iker Jiménez les dedique un especial de Cuarto Milenio.
Llegan ‘los triunfitos’
Seguimos. Pensar que ‘Yo quiero bailar’, de Sonia y Selena, vendió más de 1.500.000 de copias en España y Latinoamérica en el verano de 2001 nos traslada a un mundo anterior a Spotify donde la gente todavía compraba discos físicos. Pero el cambio de siglo trajo un fenómeno más determinante para el ecosistema de la canción facilona y popular: la llegada de Operación Triunfo. Nunca se ha superado el impacto de su primera edición, cuyo ramillete de crooners/copleros pasó directamente al estrellato: Rosa López, Chenoa, Manu Tenorio, David Bustamante y, sobre todo, David Bisbal.
El particular star system del verano, hasta ese momento coto privilegiado de unos pocos productores especializados, tuvo que hacer sitio a los ‘triunfitos’ y 2001 es el año donde una canción del verano ‘genuina’ (el ‘Aserejé’ de Las Ketchup), se repartió las ondas con el ‘Ave María’ de David Bisbal.
El espacio no permite alcanzar veranos más recientes, pero siguen en los oídos de todos, y ya me he referido a ‘Despacito’, ‘Waka Waka’ o ‘Mueve la colita’. También queda para otro momento un monográfico sobre el desfile de frikis en Eurovisión y su indudable influencia en las canciones por las que nos dejamos asaltar, en nuestra cómplice dejadez veraniega, por estas fechas. Debemos cambiar de juego y ofrecer ya alternativas para que este 2021 se incline hacia una calidad más indie para ayudar a que el termómetro no nos vete placeres más verdaderos. Aquí van 5 ideas:
5 temas para este verano
1. ‘La canción del verano’ (La La Love You)
Con semejante título, nadie puede disputar el primer puesto al grupo madrileño. Un aperitivo:
“La canción del verano / que en mi cabeza se repite una y otra vez / y sé que me está matando / pero no puedo evitarlo…”.
2. ‘Dale una oportunidad al amor’ (Confeti de Odio)
La nueva sensación indie sacó este tema en plena pandemia llenando de alegría los corazones. Es hora de premiarle.
3. ‘Tú me dejaste de querer’ (C. Tangana)
El rey del trap se reconvierte y alucina a público y crítica susurrando una hiperproducida fusión de estilos.
4. ‘Famoso en tres calles’ (Carolina Durante)
Diego Ibáñez y sus chicos vuelven a demostrar su potencia con un tema que sucederá al legendario ‘Cayetano’.
5. ‘Vergüenza’ (Axolotes Mexicanos)
La magnética Olaya Pedrayes derrama un power pop muy adecuado para el verano:
“Ya no me da vergüenza decirte que te quiero / Porque ahora que somos amigos puedo serte sincero”
Ánimo, que hay mucho que descubrir durante las vacaciones. Además, existen los tapones para los oídos… pero si hay que volver a bailar ‘Despacito’, pues tampoco pasa nada.