Francisco Leiro: «En esta profesión hay que estar preparado para que dejen de quererte»
Es difícil encontrar obras donde el gesto primigenio del hombre sobre la materia para transformarla en arte sea tan palpable como en las del escultor Francisco Leiro (1957, Cambados, Pontevedra).
Francisco Leiro aún no se encuentra en ese momento de mirar atrás que llega con la edad, pero le animo a recordar sus inicios en los años 80, y accede… “El galerista Manolo Montenegro había conocido mi obra en una exposición que hice en un salón, una cosa como de artista marginal. Pero Montenegro la vio en el año 81, le gustó, y en el 83 me expuso en su galería. En el año 84 me presentó en ARCO (la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid) y, a partir de ahí, fue todo para adelante”.
Saltamos a 2021, y encontramos a Francisco Leiro preparando la exposición para el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Vigo que titulará ‘Lo Antropomórfico’, con piezas “donde el volumen, el equilibrio y el movimiento priman sobre lo narrativo. Son más esquemáticas, lo que se entiende por escultura pura: volumen, fuerza… cuando lo escultórico es más rotundo y se para menos en los detalles”. Y acaba de inaugurar en la Ciudad de la Cultura de Galicia, ‘Zapatos no camiño’, tres botas enormes de 2,40 metros, una en hormigón, otra en granito negro y la tercera en hierro fundido, instaladas en la ladera del monte Gaiás, por donde discurre la Vía de la Plata, el Camino de Santiago que viene del sur.
En tu estudio de Cambados, me fascinó la enorme mole de granito negro en la que trabajabas. ¿Es tu último descubrimiento como material?
¡No! Los escultores usamos los materiales que necesitamos en cada momento y mis primeras obras fueron en granito. De vez en cuando fundo bronce, hierro, acero inoxidable… Pero solo trabajo con granito en el estudio de Galicia, porque para mover un bloque que pase de los 60 cm necesitas una grúa. La madera se adaptó mejor después al tipo de obra que hacía y era más ligera cuando cambiaba continuamente de estudio y de países. En mi estudio de Nueva York trabajé con madera, resina, fibra de vidrio… materiales propios de un estudio urbano. Y toda la obra que hago en Madrid sigue siendo en madera.
Ahora te repartes entre Madrid y Cambados, pero pasaste tiempo en Nueva York.
Fui allí en el año 88 con una beca Fulbright. Me establecí en Brooklyn tres años, después me trasladé a Manhattan… y prácticamente estuve veinte años, aunque iba para diez meses. Fui a Nueva York porque se presentó esa oportunidad y tuve la suerte de que, a los nueve meses de estar allí, que ya tenía bastante obra, me vino a visitar Pierre Levai, el entonces director de la Galería Marlborough. Le gustó lo que hacía, se llevó un par de obras mías para un group show de ese mismo verano, en septiembre ya me habló de trabajar con su galería y… hasta hoy.
¿Qué te aportó la experiencia neoyorquina?
Nueva York es una ciudad muy dura, muy competitiva, donde las cosas duran una semana en el escaparate. A mí me fortaleció mucho para seguir siendo un escultor figurativo porque me dio a entender que cualquier artista, si defiende lo suyo, tiene siempre un lugar esquivando las modas y las tendencias, porque las modas no duran. Me fui en la segunda mitad de los 80, cuando lo figurativo en el arte se despreciaba. Se estaba revisando otra vez el arte conceptual, había una vuelta a lo que se llamaba ‘neo-geo’, al minimal, y un escultor figurativo en aquel momento no pintaba nada.
«La crítica o el mercado te pueden hacer caso durante una época porque tu trabajo coincida con las tendencias comerciales, pero esas tendencias cambian»
Pero no es así. Poco después de finalizar los 80 se demostró que estábamos en una época postmoderna donde conviven todo tipo de tendencias, y es en la que seguimos estando. Esta es una profesión en la que, si no crees en tu obra, no vas a ningún sitio. La crítica o el mercado te pueden hacer caso durante una época porque tu trabajo coincida con las tendencias comerciales, pero esas tendencias van a cambiar y hay que estar preparado para que dejen de quererte.
«Los artistas de mi generación tenían muy poca información. Nos llevaba más la intuición y ese atrevimiento que te da la ignorancia para hacer las cosas»
¿Qué te parece el arte que se hace ahora, en general?
Yo creo que es muy rico ahora mismo. Las nuevas generaciones están mucho más preparadas que la nuestra, porque teníamos muy poca información y nos llevaba más la intuición y ese atrevimiento que te da la ignorancia para hacer las cosas. Ahora, antes de ponerse a hacer nada, un artista de las nuevas hornadas sabe muy bien lo que va a hacer, cómo está hecho, quién lo está haciendo, cómo está el mercado, qué grandes exposiciones hay, cómo funcionan las bienales… tiene una información espectacular, y hay gente muy interesante.
Puedes leer la entrevista completa en el número de septiembre-octubre 2021 de la revista Influencers o registrándote gratis aquí.
Imagen de portada: Francisco Leiro de Xurxo Lobato