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Santiago Posteguillo: «En España, una opinión libre puede condicionar tu desempeño cultural, y eso es muy triste»

Alvaro Sanchez Leon| 2 de febrero de 2021

Posteguillo lleva quince años escribiendo libros que inundan las bibliotecas presentes, y ninguno de sus textos ha envejecido. Profesor de Literatura experto en sacar personajes de la Roma imperial del trastero del olvido para ponerlos en el candelero del siglo XXI. Primero convirtió la Historia Antigua en tendencia y después encabezó la ola de publicaciones que nos hablan de grandes mujeres sepultadas en las crónicas masculinas. Este año se enfrenta a su primer reto audiovisual: una serie documental que se titula El corazón del imperio.

Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) tiene once libros conocidos y un Premio Planeta. Compagina la escritura con su vocación de profesor de Literatura inglesa y norteamericana en la Universidad Jaume I de Castellón, y ahora disfruta con el corte y la confección de su primera aventura audiovisual: El corazón del imperio. Una serie documental de Movistar donde las mujeres saben latín y valen su peso real en oro de historia. No para. Hoy mismo está aquí tecleando, construyendo su próxima novela sin tregua. El mismo que ha convertido en tendencia literaria la Historia Antigua y abrió brecha en el rescate de personajes femeninos marginados por la historia hasta colocarlos en los escaparates de los libros. Ahí está Yo, Julia, que lleva ya unos años pisando fuerte en las listas de los más vendidos y “reconquistando el Imperio. Se ha hecho con Hispania, con Italia, con Lusitania, la Galia, Germania, y la van a traducir al árabe, para que se escuche con voz propia en su Siria natal. Incluso amplía territorios, porque ha sido traducida también al danés. ¡Está romanizando los mundos casi vikingos, y a mi me está abriendo muchas fronteras de lectores!”. Del éxito de su Planeta salió una segunda parte justo antes del decreto de alarma: Y Julia retó a los dioses.

Posteguillo lleva quince años en prime time. Desde que sacó su primera novela en 2006 –Africanus, el hijo del cónsul-, sus libros están siempre a mano, sin fecha de caducidad, conectando la Historia, los datos, las personas que nos antecedieron, los contextos narrados con meticulosidad, el humus humano de ayer y de siempre, los dilemas éticos y morales, la sabiduría, el amor, la vida, la guerra, y, en cierto sentido, la cotidiana eternidad. Seguramente sea pionero también en abrir la espita para que las plataformas digitales apuesten por los documentales históricos. “Me encantaría. Fomentar la divulgación histórica y el conocimiento del pasado siempre es cultura y nos hace más inteligentes para nuestro presente y nuestro futuro. Desde el mundo audiovisual llegaremos a más gente”.

En El corazón del imperio, él se ha implicado en los guiones, ha estado en el casting y en el rodaje, y será su presentador, acompañado de varias historiadoras. Está encantado con este trabajo en equipo comandado por Israel del Santo, aunque admite que él solo puede hacerse responsable de sus novelas. De todas maneras, atisba que esta serie, cuyos personajes históricos hablarán en latín, “va a gustar. Solo por disfrutar con la magnífica interpretación de Aitana Sánchez-Gijón y su excelente capacidad para declamar el verso clásico, ya merece la pena”.

Hacer una serie histórica con personajes que hablan en latín parece una decisión muy a contracorriente ahora que se desahucian las humanidades de la escuela… y de la vida.

Los políticos de un color y de otro se llenan la boca hablando de la importancia de la cultura y de la lectura, pero tanto unos como otros solo provocan desastres culturales. Ellos quieren que seamos robots que trabajen sin consideraciones éticas, morales o filosóficas y yo me rebelo contra eso. Yo quiero seres humanos que piensen y tengan sentido crítico, y el sentido crítico se consigue desde el conocimiento humanístico.

No es fácil apostar por las humanidades cuando no somos capaces ni de consensuar nuestro modelo educativo.

Me revuelvo contra este poder incapaz de consensuar una ley de Educación, siendo algo tan básico y esencial para toda la sociedad. No valoro si es una ley buena o mala. Lo que digo es que me da igual si es buena o mala, porque la volverán a cambiar. Tristemente, las leyes de Educación nacen con cuenta atrás. Es un ejemplo que refleja el escaso interés real de los políticos por la educación, la cultura o la ciencia. No se mueven por hacer las cosas bien. No son estadistas, son solo políticos. Como decía Churchill, ellos nunca piensan en la próxima generación.

¿Las voces de la cultura se rebelan también contra estos cortoplacismos llenos de intereses o, en general, miran para otro lado?

Nuestro país es de blancos y negros, de o conmigo o contra mí. Anda todo fracturado y exacerbado, y no nos queda otra posibilidad que ser muy cuidadosos con nuestras opiniones. En los meses precedentes hemos visto que en Estados Unidos es habitual que deportistas o actores se posicionen en las elecciones americanas y eso no influye en sus carreras como deportistas o actores.

Reivindicamos el espíritu crítico, y después se empala al crítico en plaza pública.

Yo mismo y muchos compañeros somos muy cautos al expresar nuestras opiniones, porque en España, enseguida se te crucifica. Nuestro pecado capital es la envidia. Lo vemos hasta con Rafa Nadal, que siempre hay gente que está deseando que caiga. Valoremos el currículo de la gente, no sus ideas. Valoremos lo que aportan.

 

Posteguillo es un acueducto entre la antigua Roma y el siglo XXI por el que corren los best seller desde hace tres lustros y, quizás, a partir de ahora, también las adaptaciones audiovisuales, porque ya trabaja en la traducción fílmica de la trilogía de Escipión. En realidad, como constatan los guionistas, lo pone fácil: sus novelas están escritas como en planos de cine.

El cine ha influido en forma de narrar de Posteguillo, pero le preguntamos por los libros y los autores que más han influido en su literatura global, y nos cuenta que es “una mezcla muy ecléctica. He leído mucha literatura en lengua española, hispanoamericana, inglesa, norteamericana, africana escrita en inglés, del Caribe, de la India…”. Y concreta con nombres y apellidos las páginas que le dieron en el blanco para siempre: “Desde el punto de vista de la técnica literaria, me ha marcado mucho el estilo del narrador libre indirecto que crea Jane Austen. Con respecto a la creación, la descripción de dinastías y sagas familiares, Cien años de soledad, de García Márquez. El miedo a crear novelas que parece que no tienen fin y en las que siempre pasan cosas lo he ido superando gracias a las dos partes de El Quijote. Tengo el anhelo de meter en mis libros todo el conocimiento humano posible mezclado en las tramas. Y el punto de intriga que acompaña mis relatos y me ayuda a cautivar al lector es un eco de mis lecturas de Conan Doyle y sus historias de Sherlock Holmes, y las novelas negras de Agatha Christie, Raymond Chandler y Dashiell Hammett”.

 

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Foto destacada de Santiago Posteguillo: (c)Carlos Ruiz B.K.

 

 

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